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Meditaciones diarias
1904. Os conviene que Yo me vaya

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27/5/2025 · 19:58
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Meditaciones diarias

Descripción de 1904. Os conviene que Yo me vaya 505f64

Meditación sobre el Evangelio del martes de la VI semana de Pascua, donde Jesús anuncia su marcha y explica a los discípulos que saldrán ganando, porque les enviará el Espíritu Santo. Un ejemplo de la fuerza del Espíritu Santo lo tenemos en la primera lectura de la misa de hoy: la liberación de Pablo y Silas de la cárcel y la conversión del carcelero y su familia. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/874295 2i451f

Lee el podcast de 1904. Os conviene que Yo me vaya

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

Hoy en el evangelio, en estos evangelios que estamos leyendo del apóstol San Juan, sobre todo en la última cena, se recoge este pasaje. En aquel tiempo, el tiempo era en la última cena, como he dicho, dijo Jesús a sus discípulos, ahora me voy al que me envió y ninguno de vosotros me pregunta a dónde vas, sino que por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón.

Señor, qué bien entendemos a estos discípulos tuyos que ante tu anuncio de que te vas, que ellos entendieron que lo que significaba de que ibas a morir en la cruz, se llenan de tristeza. Un anuncio de que volvías a quien te envió, al Padre, de que les dejabas huérfanos. Imaginad vosotros por un momento, yo también claro, una vida como la de esos discípulos en un pedazo de tierra semidesértica como era Israel y sigue siendo en cierto modo.

Yo he estado allí un par de veces y bueno, es un pedazo de tierra que bueno, un pedazo de tierra dominada por un imperio, Roma, cuyas legiones eran algo similar al ejército alemán en la Francia ocupada.

Unas legiones que habían aplastado ya varios intentos de sublevación con las armas, anegándolos en sangre. Imaginad además que tenéis unos reyes inútiles, títeres de Roma, que no pensaban más que en su bienestar y provecho y que eran sanguinarios, piensan Herodes. Imaginad que pertenecéis a un pueblo orgulloso, que se sabe depositario de las promesas de Dios y heredero de esa tierra prometida, que tanta sangre ha costado y que pisan sus pies, con una historia milenaria de esplendor y de cadencia, dependiendo de cómo fuera su fidelidad a Dios. Imaginad que lleváis cinco siglos sin profetas, que Dios parece que ya os ha abandonado, que los sacerdotes incluso colaboran con los romanos, que el templo, ese lugar sagrado de la presencia del Altísimo, se ha convertido en una cueva de ladrones.

Imaginad que pertenecéis a un pueblo que ha sido aniquilado, deportado, destruido varias veces ya en los últimos siglos y que siempre se ha levantado precisamente cuando ha sido fiel a Dios y cuando ha encontrado en el pueblo líderes fieles a Dios. Imaginad que vivís en un ambiente de expectación absoluta del Mesías, el que iba a poner fin a esa situación terrible que vivían.

Imaginad, como había pasado tantas veces en la historia del pueblo de Israel, imaginad que una y otra vez repasáis las promesas y profecías del Mesías que se contienen en el Antiguo Testamento, que es como vuestro libro por excelencia, como lo era de los judíos, la Biblia, ¿no? Por ejemplo, el capítulo 9 de Isaías sobre el príncipe de la paz.

Imaginad que habéis leído tantas veces y habéis escuchado tantas veces esto en la sinagoga, levantando en vuestro corazón un deseo enorme de la llegada del Mesías. Dice así Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra de sombras de muerte les ha brillado una luz. Es imposible no interpretar eso como los tiempos que vivían.

Multiplicaste el gozo, aumentaste la alegría, se alegran en tu presencia con la alegría de la siega como se gozan al repartirse el botín, porque el yugo que los cargaba, Roma, la vara de su hombro, el cetro que los oprimía, el emperador, los quebraste como en el día de Madian. Pues toda bota militar, esa ocupación militar, ¿no?, que taconea con estrépito y todo manto restregado en sangre, están destinados a arder, a olvidar, a pasarse, a ser pasto del fuego.

¿Por qué un niño nos ha nacido? Un hijo se nos ha dado, se refiere evidentemente al Mesías, a Jesús. Sobre sus hombros está el imperio y lleva por nombre

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