
150 VISITA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA A SAN GIOVANNI ROTONDO 1 3k213y
Descripción de 150 VISITA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA A SAN GIOVANNI ROTONDO 1 1zl1d
El Padre Pío contemplaba este impresionante espectáculo desde la ventana del coro y desde allí seguía las evoluciones del helicóptero. Llegó un momento en el que, fijando sus ojos arrasados en lágrimas en el helicóptero, exclamó: <<Pero como, Virgen Santa María, madre mía! ¿Al entrar vos en Italia caí yo enfermo y ahora que os vais me dejáis más enfermo todavía? ¿Cómo puede ser esto? El Padre Pío quedaba batido, cansado, y además con el diagnóstico de que tenía un tumor peligroso en la pleura, fuente probable de todos sus males. En este momento conmovedor en el que el Padre Pío se sentía víctima de la enfermedad, del desfallecimiento, del abandono, y en el que, por otra parte, sentía el gran consuelo de la visita de la Santísima Virgen… <<Noté como me corría un estremecimiento por todos mis huesos y me curé instantáneamente>> 4c63b
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
En el canal Miguel de María y Medjugorje, en su programa De María a Jesús, presenta el episodio 150.
Visita de la Virgen de Fátima a San Giovanni Rotondo.
Hermanos queridos, en abril de 1959 llegó a Italia procedente de Portugal vía aérea una talla de la Virgen de Fátima.
Visitó las poblaciones italianas de mayor importancia y por un favor especial se concedió que el 5 de agosto visitara San Giovanni Rotondo.
Allí vivía en espera santa el padre Pío, entonces enfermo de gravedad.
La imagen llegaba a cielo italiano en los últimos días de abril y precisamente en esas fechas contrajo el padre Pío una enfermedad diagnosticada al principio como bronconeumonía, degenerando después en pleuresía.
Se fue agravando día a día hasta el extremo de que el día 5 de mayo no podía ni confesar ni celebrar la santa misa, ni en privado.
Le extrajeron por tres veces más de un litro de líquido acumulado en la pleura.
Así continuó durante los meses siguientes, alejado casi por completo de toda clase de ministerio, con santa resignación.
Como decía a cuantos le visitaban, el 1 de julio le pareció sentir cierta mejoría y pudo celebrar la santa misa en la clínica, pero poco después se le agravó el mal de tal forma que temieron por su vida y no pareció conveniente que volviera al convento, permaneciendo internado en la clínica.
Siguieron estrellándole líquido pleural con cierta frecuencia.
Continuaba llegando más y más gente a la iglesia en vísperas de la llegada de la Virgen de Fátima.
Desde su habitación de la clínica, mediante un micrófono, comentaba todos los días algún pensamiento espiritual sobre la Santa Virgen.
El día 4 de agosto por la tarde, les hablaba así a los fieles que abarrotaban la iglesia.
Faltan ya pocas horas para que tengamos el honor de recibir la visita de la Virgen de Fátima y hemos de prepararnos bien para que no nos encuentren con las manos vacías.
El 5 de agosto clamaba alborzado.
Dentro de pocos minutos llegará nuestra madre a esta nuestra casa.
¡Levantemos los corazones! Efectivamente llegó la imagen de la Virgen a la hora prevista.
Estuvo expuesta a la veneración de los fieles durante toda la noche del 5 al 6 de agosto.
Por la mañana del día 6 pudo bajar el padre Pío a la iglesia y estenuado, casi desvanecido, permaneció largo rato a los pies de la venerada imagen.
Tuvieron la delicadeza de traerle hasta donde él estaba la pequeña talla de la imagen y así pudo venerarla a plena satisfacción y hasta besar su rostro.
Él mismo puso en sus manos el rosario que llevaba entonces consigo.
Fue un gesto afectuosísimo, dice el cronista.
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