07-06-25LDH - Tiempo de Pascua, Sábado VII. Laudes 1o4b3z

Buenos días a todos. Recemos las laudes junto con toda la iglesia en el sábado de la séptima semana de Pascua, alabando al Señor resucitado del sepulcro que nos prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo. Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre. Por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Oh Jesús, Redentor y Vida Nuestra. Nuestro amor y deseo más ferviente. Como Dios, Tú creaste todo el mundo. Como Hombre, viniste al fin del tiempo. Qué clemencia te inclina hasta el extremo de cargar nuestras culpas y pecados. Padeciendo en la cruz la muerte cruenta, a los hombres libraste de la muerte. Penetrando el abismo del infierno, redimiste, Señor, a tus cautivos. Y después de vencer en noble triunfo, a tu trono volviste junto al Padre.

Esa misma bondad, Jesús, te haga perdonar y vencer nuestras maldades, y llevarnos después de nuestra vida a gozar de la vista de tu rostro. Sé ahora, Jesús, tú nuestro gozo. Tú que luego serás la recompensa. Que en ti esté siempre nuestra gloria, por los siglos y siglos infinitos. Amén. Mis palabras son Espíritu y Vida.

Aleluya. Te invoco de todo corazón. Respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes. A ti grito, sálvame, y cumpliré tus decretos. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio, esperando tus palabras. Mis ojos se adelantan a las vigilias, meditando tu promesa. Escucha mi voz por tu misericordia. Con tus mandamientos dame vida.

Ya se acercan mis iniquos perseguidores. Están lejos de tu voluntad. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandatos son estables. Hace tiempo comprendí que tus preceptos los fundaste para siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Mis palabras son Espíritu y Vida. Aleluya.

Edificaste, Señor, un templo y un altar en tu monte santo. Aleluya. Dios de nuestros padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas.

Con tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas, y para que rigiese el mundo con santidad y justicia, y lo gobernase con rectitud de corazón.

Dame la sabiduría asistente de tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos, porque soy tu servidor, hijo de tu esclava, un hombre débil y de vida efímera.

Yo soy demasiado pequeño para comprender el derecho y las leyes, y aunque uno sea perfecto entre los hombres, sin la sabiduría que viene de ti, será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos, y lo que es recto según tus preceptos.

Mándala de tus santos cielos y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y conozca yo lo que es de tu agrado.