Vigilia Pascual ( ciclo C ) 5i143w

En esta Noche Santa celebramos la Resurrección del Señor en la Vigilia Pascual. Algunos liturgistas han dicho que la Vigilia Pascual es la madre de todas las liturgias. Ciertamente es una liturgia maravillosa de la que podríamos destacar tantas cosas. Yo me voy a centrar en la Liturgia de la Palabra que en este día es especialmente rica.

Se ofrecen siete lecturas del Antiguo Testamento, además de una epístola y el Evangelio, haciendo el relato de la historia de la salvación, comenzando por la creación del Génesis y terminando con la Resurrección de Jesucristo. Yo me quiero fijar en estas dos afirmaciones, la creación del mundo y la Resurrección de Jesucristo. Y comienzo con un detalle que fue percibido por Benedicto XVI, un gran exégeta, un gran sabio. Él cayó en cuenta de que el relato del Génesis se inicia así. Lo primero de todo en la creación se dice, y dijo Dios que exista la luz.

Pero, dice Benedicto XVI, sin embargo el Sol y la Luna son creados cuatro días después. Entonces, ¿de dónde viene esa luz que se creó el primer día? ¿Ya había luz antes de que existiesen el Sol y la Luna? Es decir, la luz con la que comienza el relato de la creación es mucho más que la luz física. Se refiere al bien y la verdad. Que exista el bien y la verdad, que exista la luz y vio Dios que todo era bueno. Es la gran afirmación.

Pues bien, la gran tentación que ha introducido el pecado es hacernos dudar de la bondad de Dios, que exista el bien, que exista la verdad, que exista la luz. La mayor tentación contra la fe ha sido siempre la interpretación del misterio del mal, interpretar el misterio del mal como de una manera contraria a la existencia, o a la bondad, o a la verdad de Dios. Y voy a referirme a un cuento, a un relato que creo que es muy ilustrador y lleno de sabiduría para responder a esto.

Dicen que había un catedrático ateo muy ideologizado que disfrutaba intentando ridiculizar la fe de los alumnos universitarios. Y en una ocasión este profesor preguntó a uno de sus alumnos, si Dios creó todo lo que existe, entonces Dios hizo el mal, ya que el mal existe. Y si establecemos que nuestras obras buenas son un reflejo de lo que nosotros somos, las obras son reflejo nuestro, entonces es que Dios es malo, porque existe el mal y lo tuvo que hacer Dios, luego Dios es malo.

Y aquel alumno le respondió al catedrático diciéndolo, ¿puedo hacerle una pregunta? Adelante. Profesor, ¿el frío y la oscuridad existen? Pero ¿qué pregunta es esa? Claro que existen. ¿Has tenido tú nunca frío o no has estado alguna vez en la oscuridad? Y el muchacho respondió, en realidad, señor profesor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío en verdad es la ausencia de calor.

El cero absoluto es la ausencia total de calor. Todos los cuerpos quedan inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Nosotros creamos esa definición de frío para describir de qué manera nos sentimos cuando no tenemos calor.

Y lo mismo sucede con la oscuridad. La oscuridad tampoco existe. La oscuridad en realidad es la ausencia de luz. La luz la podemos estudiar, la oscuridad no. A través del prisma de Nicole se puede descomponer la luz blanca en sus varios colores, con sus diferentes longitudes de ondas. La oscuridad no.

Y entonces finalmente el joven universitario le dice al profesor, no, el mal no existe, o por lo menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de bien. De conformidad con los otros dos ejemplos, el mal es una definición que el hombre inventó para describir la ausencia de Dios.

Es decir, esta es la enseñanza de este relato, ¿no? Dios no creó el mal.

El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos.

Es igual a lo que ocurre con el frío cuando no hay calor, o a lo que ocurre con la oscuridad cuando no hay luz.