Ulises (1954) KIRK DOUGLAS / SILVANA MANGANO / ANTHONY QUINN / MARIO CAMERINI / Aventuras / Cine Clásico 1z2j6n

Vamos, vamos, dejadlo ya muchachas. Vamos, el día ha terminado. No sigáis el ejemplo de Melanto y de las otras esclavas que han traicionado las leyes de esta casa por satisfacer la vanidad de los huéspedes. Daos prisa.

Eurycleia, esta tarde el sol se ocultó en el mar tras un velo de nubes turquesa y en el último instante una densa sombra que tomaba la forma de una vela lo ocultó por completo. ¿Qué significará esto? ¿Cuántos años hace que tratas de saber inútilmente por el color de las nubes o el vuelo de los pájaros o la sangre de los sacrificios si regresará Ulises? No ensombrercas de ese modo tu vida, Penélope.

¿Acaso es posible evitarlo? Cuando la luz comienza a abandonar el cielo y la noche se extiende negra y silenciosa, mis tormentos y mis pesares se hacen más ásperos. A veces creo que ya no resistiré más.

Los hoyes son los príncipes, mis pretendientes. Hace años todas las noches invaden mi casa como perros hambrientos y todas las noches destruyen, se embriagan, aúllan, gritan. ¿Qué ocurre ahora? Es Femio que canta para ellos.

Durante diez años los griegos asediaron a Troya. Diez años perdidos en empeño e inútil. Hasta que un día desechos, desilusionados, abandonaron la arena blanca solo para un enorme caballo de madera.

Troyanos, ¿por qué lo albergasteis alegremente tras vuestros muros? ¿No sabíais que en su vacío vientre el astuto Ulises preparaba vuestra ruina? No, no lo sabíais, troyanos insensatos, ni festejabais la victoria y la paz.

Pero llegada la noche, Ulises salió del caballo. Y con él, los griegos ocultos tras el velo de las tinieblas. Y abrió la gran puerta sagrada. Cerraron sus ojos los dioses. Las murallas de la ciudad apludieron. ¡Oh, gritos de matanza! ¡Oh, gritos de muerte!