Trump contra el establishment (II): 'Bannon en la Estrella de la Muerte' 5v1y1w

Hola, soy Gonzalo Altozano, esto es La Mesa de la Cocina, el episodio que vais a escuchar se titula Bannon en la estrella de la muerte, y es la segunda entrega de una serie de cuatro sobre cómo Trump se enfrentó y derrotó al establishment en 2016. En el episodio anterior traté de fijar el momento exacto en el que, tras no pocos amagos, Trump decidió presentarse a la Casa Blanca y cómo las élites buscaron hacerle pagar cara la osadía, lanzando contra él sus divisiones mediáticas.

Denunciar como parte de un relato interesado los perfiles que pintaban a Trump como un amigo de la desmesura, no conlleva necesariamente el error de defender a toda costa su honorabilidad, como si ésta no tuviera tacha. Sí, el tipo había cimentado su fortuna bordeando la ley, sino como se explica que a lo largo de su carrera hubiera estado implicado en más de 3.000 procesos judiciales.

Sí, como marido y padre de familia no daba el tipo de esas portadas del Saturday Evening Post que dibujó Norman Rockwell en los 50. Y sí, era un fanfarrón, como cualquiera de los vecinos de Kallstadt, localidad alemana de donde los Trump traían su origen, como orgullosamente recuerda el tycoon, el magnate.

El análisis correcto sería afirmar que Trump es todo eso, inescrupuloso, mujeriego, fanfarrón, pero no solo eso. Es algo más complicado. Y a la vez, más sencillo. Trump es Trump. Y nunca va a dejar de ser Trump. Este hombre no descansa de ser Donald Trump, lo definió en una ocasión, el tipo sin el cual Trump habría seguido siendo Trump, pero quizás no el 45 presidente de los Estados Unidos. Hablo de Steve Bannon.

Si Trump era de sobra conocido por el público norteamericano, bien como magnate de la construcción, bien como organizador de concursos de mises o de veladas de lucha libre, bien por sus apariciones televisivas o por ser autor de un best-seller sobre el arte de negociar, Bannon era todo lo contrario. Un perfecto desconocido. ¿De dónde había salido ese inadaptado social de rostro y tripa botargados por la bebida, con el aspecto desastrado de dormir con la ropa puesta, insurgente de día y conspirador de noche, más cerca de la molestam senectutem que de la jucundam juventutem? Bannon era un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.

Para desentrañarlo, los periodistas hubieron de emplearse a fondo. Con Steve, a diferencia de Trump, no valía el copia y pega. Apenas había publicado nada sobre él. Pronto lo habría. Poco a poco, los norteamericanos irían desayunándose con nuevas informaciones sobre el Darth Vader de la derecha alternativa. Tras su paso por un colegio católico de Virginia y por la Universidad Politécnica del Estado, Bannon se alistó en la Marina, donde serviría siete años.

Al licenciarse de la Armada, Bannon amplió estudios de Relaciones Internacionales y de Negocios en las prestigiosas universidades de Georgetown y Harvard. De allí, cuatro años en Goldman Sachs como banquero de inversión y luego por su cuenta al frente de una consultora especializada en la industria del entretenimiento, con largas estadías en Los Ángeles.

La de Bannon parecía una historia de éxito. No lo era. En su trayectoria pesaban más los fracasos que los logros, también en el plano personal, donde encadenaba un divorcio con otro y con otro más. ¿Cómo era posible que un loser, un perdedor como Bannon, se cruzara en el camino de un winner, un triunfador como Trump? Verás, en la vida hay dos tipos de personas. Hay asesinos y perdedores.

La primera entrevista entre los dos se había celebrado en 2010 en la Torre Trump. Por esas fechas, Bannon se había reconvertido en proveedor de contenidos para el público de la derecha alternativa. Ese que asistía esperanzado al auge del Tea Party, la reacción populista al acomodamiento del partido republicano en el sistema y, en mayor medida, la victoria y posterior deriva de Obama.

En aquella reunión, Steve Bannon propuso a Donald Trump donar medio millón de dólares para respaldar a candidatos del Tea Party. Hay quien ve en la oferta el intento de Bannon de alentar las ambiciones presidenciales de Trump, a la manera de aquellos navegantes intrépidos que, en la mitología nórdica, osaban importunar al Kraken, gigantesco monstruo similar a un pulpo, aunque del tamaño de una isla, que dormitaba en las profundidades abisales.

No se guarda registro de un segundo encuentro entre Trump y Bannon, no hasta agosto de 2013.