
El temblor y el temple. Tecnología con proteínas: del ensayo al AI-sayo, Latinonomics: Latinoamérica también importa 3z4o4o
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Un terremoto devastador sacude Myanmar y Tailandia, dejando más de ciento cincuenta muertos y decenas atrapados bajo los escombros. Bangkok entra en estado de emergencia mientras la comunidad internacional se moviliza. Al otro extremo del continente, China presenta un avance biotecnológico sin precedentes: proteínas diseñadas por inteligencia artificial que prometen revolucionar la medicina y la industria. En Kazajistán, la ambición digital tropieza con realidades estructurales, y el arrendamiento de tierras a una empresa estadounidense reaviva el debate sobre soberanía agrícola. Mientras tanto, Xi Jinping lanza un mensaje directo a los inversores extranjeros: China está más abierta que nunca. Y como siempre, cerramos con una mirada al contraste brutal pero fascinante que define a Asia hoy: entre escombros y algoritmos, entre catástrofes y promesas. Además, te presentamos nuestro nuevo podcast hermano: Latinonomics, donde analizamos la actualidad de América Latina con la misma narrativa y profundidad que nos caracteriza. Suscríbete y acompáñanos en este viaje por los latidos del continente asiático. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2491431 56206c
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Gracias por estar de nuevo al otro lado en Ecos de Asia, el podcast donde exploramos las pulsaciones del continente más diverso del planeta. Hoy, las noticias no dan tregua. Desde el corazón roto de Myanmar hasta los pasillos iluminados del poder económico en Pekín, el contraste no podría ser más brutal. Si te gusta lo que escuchas, suscríbete y acompáñanos cada día.
Empezamos. La tierra tembló como no lo había hecho en décadas y con ella se desplomaron edificios, vidas y certezas. A las 13 y 40 de la tarde, un terremoto de magnitud 7.7 sacudió el centro de Myanmar con tal fuerza que templos, aeropuertos y puentes se vinieron abajo. En Tailandia, la capital Bangkok fue declarada zona de emergencia tras el colapso de un edificio de 30 plantas en construcción, donde decenas de trabajadores quedaron sepultados.
El saldo provisional es desgarrador. 144 muertos en Myanmar, 8 en Tailandia y al menos 81 personas aún atrapadas bajo los escombros en Chatuchak, un distrito habitualmente más conocido por sus mercados que por tragedias de esta escala. El general Min Aung Hlaing no dudó en pedir ayuda internacional, un gesto inusual en una junta militar que ha aislado al país del mundo. Los testimonios desde Mandalay hablan de una escena infernal. Un taller de costura se vino abajo como si fuese de papel.
Familiares desesperados remueven los cascotes con las manos, mientras el silencio debajo les responde con una angustiosa ausencia de sonido. En Bangkok, el pánico fue instantáneo. Oficinistas, compradores y turistas huyeron a espacios abiertos mientras los trenes se detenían y los rascacielos derramaban agua de sus piscinas sobre el asfalto. La primera ministra Phaethong Thanh Shinawatra pidió calma y advirtió sobre posibles réplicas. Mientras tanto, el polvo sigue en el aire y las esperanzas se agotan a medida que la noche cae sobre los escombros.
Imágenes de pasarelas colapsadas, calles agrietadas y templos milenarios reducidos a ruinas inundan las redes sociales. En esta región, donde los temblores son comunes pero raramente tan catastróficos, el desastre ha dejado una herida abierta difícil de cerrar. Mientras el sudeste asiático se enfrenta a una catástrofe natural, Asia Central lidia con terremotos de otro tipo políticos, tecnológicos y económicos. En Kazajistán, el gobierno sigue empujando la narrativa de que el país puede convertirse en un hub tecnológico regional. Pero el entusiasmo choca con una realidad menos halagüeña.
Sí, el Astana Hub ha atraído startups. Sí, hay exenciones fiscales. Y sí, se han hecho avances. Pero hablar de liderazgo regional en tecnología cuando se está perdiendo a los inversores a paso constante suena, como mínimo, prematuro.
Uzbekistán y Kirguistán, vecinos que hasta hace poco parecían más lentos en lo digital, están avanzando con determinación. El primero ha simplificado su régimen fiscal y apostado por alianzas internacionales, mientras el segundo, aunque con menos recursos, ha conseguido construir una red básica para startups.
Y Kazajistán, pese a tener más músculo económico, sigue sin resolver sus problemas estructurales, falta de talento local, barreras lingüísticas, marcos legales inestables y una desconfianza institucional que ahuyenta más que seduce. Un nuevo ejemplo ha vuelto a agitar el debate, una empresa estadounidense
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