
Sábado de la 3ª semana de Pascua ( ciclo C ) 6t5y6h
Descripción de Sábado de la 3ª semana de Pascua ( ciclo C ) 532p17
Reflexión de Mons. José Ignacio Munilla sobre el evangelio del sábado de la 3ª semana de Pascua. sq6m
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Sábado de la tercera semana de Pascua. Hoy concluye la exposición del discurso del pan de vida, que es el capítulo sexto de San Juan, que se inició con el milagro de la multiplicación de los panes. En el cenit de ese discurso Jesús había llegado a decir, si no coméis mi carne, si no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros. Comer y beber la sangre de Cristo es necesario para tener vida eterna. Y claro, aquellas palabras se les hacían muy duras a los judíos para aceptarlas. Y en el evangelio de hoy, que es Juan 6, 60, 69, ahí se recogen las murmuraciones que había, las resistencias grandes que había ante ese discurso.
Muchos discípulos de Jesús dijeron, este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso? Sabiendo Jesús que sus discípulos le criticaban, les dijo, ¿esto os escandaliza? ¿Y si vierais al hijo del hombre subir a donde estaba antes? Jesús, incluso en la respuesta que da ante este escándalo, dice, por eso os dije, nadie puede venir a mí si mi padre no lo atrae.
Es una gracia de Dios el poder acoger este mensaje que Jesús les está dando. Y entonces, atención a esto, dice, desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no quisieron ir con él. Entonces Jesús les dijo a los doce, ¿también vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó, señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna, nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo, el santo de Dios.
Es sorprendente esta manera de actuar de Jesús, porque lo frecuente suele ser, lo habitual suele ser, que cuando un orador busca el éxito, intenta generar empatía, la captatio benevolencia, se dice, intentar captar la benevolencia de quien va a escucharle, para después, después de haberle ganado por la empatía, después ya transmitirle las cosas. Pero Jesús no procedía, no solía proceder de esa manera. Es evidente en muchos pasajes evangélicos que Jesús no ejerce esa captatio benevolencia. Jesús está más preocupado por transmitir la verdad que por caer simpático.
Fijaros que incluso en este evangelio llega a decir, ¿también vosotros queréis marcharos? Que es casi como decirles, tenéis la puerta abierta, yo no os retengo. ¿Por qué procede Jesús de esta manera? ¿Porque acaso no le preocupa que las almas se alejen? No, Jesús obra de esta manera porque él sabe que la verdad tiene un peso específico y sabe que, en el fondo, es la docilidad a la gracia de Dios la que va a hacer que esas almas se acerquen, no la simpatía de alguien, sino la docilidad a la gracia de Dios la que va a conseguir la salvación de las almas. Esta conciencia, esta confianza que tiene Jesús en que su Padre va a traer a los corazones es la que le lleva a actuar con esta firmeza.
El corazón de Cristo busca la verdad y nuestros corazones buscan la verdad y, en última instancia, aunque nos resistamos, aunque critiquemos, aunque nos quejemos, nuestro corazón está hambriento y sediento de verdad. Y terminaremos diciendo esa frase de San Agustín, nuestro corazón ha estado inquieto hasta que finalmente no ha descansado en ti. Por eso Jesús, sabiendo cómo es el corazón de los hombres, les trata no sólo con amor sino también con firmeza para conducir sus almas a la vida eterna. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
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