«Rampayu», de J.C. González 4o2w6u

Esto es esto es extraño terry territorios tras extraña bien bendito sea mi territorio extrañé rom ocho jota gonzález me siento viejo creo que la vida se me escapa por momentos que huye de esta horrible cáscara que paseo por el mundo desde hace ya demasiado tiempo no sé si me queda un día o un mes pero mi paso por esta tierra está llegando a su fin la verdad estoy deseando que así sea ni estos bosques ni las gentes de las aldeas de alrededor merecen que siga existiendo he tenido una vida larga y solitaria y más dolorosa de lo que jamás hubiera imaginado es el precio que tuve que pagar por amor un amor inocente y virginal un amor eterno manchado de sangre aún recuerdo la cara de adelina como si acabase de verla ahora mismo su rostro redondo blanco como la leche sus ojos grises su sonrisa de dientes pequeños y su cabello un pelo castaño claro con unos rizos que le caían sobre los hombros como cascadas de hilos dorados yo estaba enamorado de ella creo que yo a ella también le gustaba en la aldea éramos pocos niños así que pasábamos mucho tiempo juntos jugar con las cabras en el monte o con los gansos de su padre escondernos entre los maizales a la orilla del monte aguero esas u otras parecidas eran todas nuestras preocupaciones mi abuela es su familia se conocían desde siempre incluso creo que habían estado emparentados hacía mucho tiempo nosotros vivíamos en una casucha cerca de la ermita de santa anhela a un kilómetro del pueblo y la casa y los huertos de adelina se encontraban a la salida de la aldea así que cuando me acercaba a la veintena de viviendas que la formaban su casa era la primera que veía cuando terminaba las tareas que me había reclamado mi abuela salía de mi casa y corrí a buscar a adelina en la aldea aun no teniamos maestro y lo poco que aprendíamos a leer y escribir y alguna cosa más nos lo enseñaba don pascual un hombre muy mayor que había sido maestro hacía tiempo en otra provincia todos los sábados si no tenía ninguna otra cosa que hacer nos juntaba a todos los chiquillos pequeños y mayores en la parte de atrás de su casa y nos daba lecciones el hombre á veces se quedaba dormido sentado en su silla de enea cuando nos mandaba que escribiéramos alguna cosa muchas veces en aquellas ocasiones adelina y yo aprovechábamos para escaparnos al bosque y jugar entre los árboles recuerdo que aquel año fue muy frío la aldea y los campos de alrededor estuviera