La princesa de la cueva 4p3m4m

Había una vez una princesa que nació en una cueva porque sus padres, los reyes, lo habían perdido todo a causa de una cruel guerra.

La princesa creció entre lobos, telarañas, ratones y mucha suciedad.

Por eso, los habitantes del reino la llamaban Carbonsillo.

Cuando se hizo mayor, la princesa montó un puesto de varatijas en una aldea cercana.

Apenas vendía lo suficiente para alimentar a sus padres, pero ellos recibían sus esfuerzos con todo su amor.

Un día, un extranjero se acercó al puesto de Carbonsillo y le dijo, Me gustaría regalarte este broche. En el centro lleva un rubí mágico y si lo aprietas puedes pedir un deseo.

Pero recuerda, solo puedes pedir uno.

En cuanto la princesa cogió el broche, el extranjero desapareció.

A Carbonsillo jamás le habían regalado nada y no sabía bien qué deseo pedir.

De camino a su cueva, sacó el broche y observó cómo brillaba.

Mi mayor deseo es... poder alimentar siempre a mis padres, dijo en voz alta.

De repente, una ancianita se cruzó en su camino y le dijo, Podías haber deseado algo solo para ti, princesa, pero has pensado primero en tus padres, y tu bondad ha hecho que surja la magia.

Entonces, en lugar de la triste y sucia cueva donde había nacido, Carbonsillo se topó con un enorme y maravilloso castillo de piedra, donde sus padres la esperaban magníficamente vestidos y muy felices.

Apenas entró en el castillo, sus viejas ropas se transformaron en un precioso y limpísimo vestido blanco, y mientras corría a abrazar a sus padres, la princesa de la cueva escuchó una voz mágica que le decía, Por dedicar a los demás tu único deseo, mereces este regalo.