MENTES DEMENTES 2o5166

En los últimos días, el Ministerio de Sanidad ha defendido públicamente la nueva Ley Antitabaco que prepara el Gobierno, con la que se pretende ampliar los espacios donde estará prohibido fumar y vapear. Según la ministra, estas medidas responden a una reclamación social, buscan mejorar la salud de la población y se alinean con las recomendaciones de la Unión Europea. Los lugares afectados por esta ampliación incluyen terrazas de bares, campus universitarios, piscinas, instalaciones deportivas, exteriores de discotecas e incluso vehículos de trabajo, como furgonetas de reparto. Sin embargo, esta posición aparentemente firme entra en contradicción con otra realidad: mientras Sanidad impulsa restricciones cada vez más estrictas, el Ministerio de Hacienda continúa promoviendo la apertura de nuevos estancos. España mantiene un monopolio estatal sobre su número y localización y, tras años sin convocatorias, desde 2022 las licencias se han disparado: 203 en ese año, 157 en 2023 y unas 170 en 2024, de las cuales algunas incluso quedaron desiertas por falta de solicitantes. Esta situación plantea una aparente incoherencia: si el número de fumadores disminuye, ¿por qué se siguen otorgando más licencias? La respuesta parece estar en los más de 9.000 millones de euros recaudados por el Estado en 2023 mediante impuestos al tabaco. Nos hallamos así ante una política pública contradictoria, donde los intereses sanitarios y económicos parecen avanzar en direcciones evidentemente opuestas. A ello se suma la posible repercusión económica de estas nuevas restricciones sobre sectores estratégicos como la hostelería y el turismo. Muchos bares y restaurantes invirtieron importantes sumas tras la Ley Antitabaco de 2011 para adaptar sus terrazas y permitir a los fumadores consumir al aire libre sin afectar al interior del local. Con la nueva norma, estos espacios quedarían también vetados, afectando directamente a negocios que ya hicieron un esfuerzo previo para cumplir con la normativa anterior y que ahora apenas tendrán margen de adaptación. Este tipo de medidas genera una creciente incertidumbre en un país donde la hostelería y el turismo constituyen pilares fundamentales de empleo y riqueza. De momento, el Ministerio de Sanidad no ha concretado una fecha para la entrada en vigor de estas restricciones, lo que incrementa la sensación de inseguridad en el sector. Más allá de la tensión entre economía y salud pública, el debate toca también cuestiones de fondo, como la libertad individual y el papel del Estado en la vida privada. Durante la pandemia, el uso obligatorio de mascarillas generó un debate similar en torno a los límites de la intervención estatal. Hoy, con las nuevas prohibiciones al tabaco, vuelven a surgir interrogantes sobre el derecho a decidir sobre el propio cuerpo: ¿hasta qué punto puede o debe el Estado protegernos incluso de nuestras propias decisiones? Además, cabe plantearse si este tipo de políticas están realmente orientadas a educar y concienciar o si, por el contrario, responden a una lógica prohibicionista que podría generar efectos contraproducentes, como la frustración o el rechazo social, especialmente en colectivos concretos como los fumadores o los trabajadores afectados por la norma, incluidos repartidores y profesionales del ocio nocturno. Asimismo, es pertinente preguntarse si estas restricciones no están estigmatizando a los fumadores, tratándolos como una minoría molesta y confinándolos cada vez más, lo que podría derivar en su marginación social. Y mientras tanto, se impulsan normativas que permiten el uso de drogas como el cannabis, con probados daños para la salud. ¿Se está aplicando el mismo nivel de exigencia a todos los productos nocivos? Finalmente, cabe preguntarse si estamos ante el primer paso hacia una prohibición total del tabaco, cuestión que parece no ajustarse a una política compatible con una sociedad adulta y democrática. Esta noche debatiremos sobre: "Tabaco, libertad y contradicciones del Estado: ¿protección o prohibición?" ¿Tiene sentido que el Estado prohíba fumar en más espacios mientras sigue concediendo licencias para abrir estancos? ¿Es coherente restringir el tabaco pero permitir apuestas online o impulsar normas para el consumo de drogas como el cannabis? ¿Qué consecuencias tendrá esta norma para la hostelería, el ocio nocturno y trabajadores como los repartidores? ¿Se está penalizando injustamente a determinados colectivos? ¿Se valoran suficientemente los efectos económicos de estas medidas? ¿Hasta qué punto puede o debe el Estado intervenir en hábitos personales? ¿Se puede justificar una medida sanitaria que protege a la mayoría aunque limite libertades individuales? ¿Dónde está el límite entre el cuidado del ciudadano y el paternalismo estatal? ¿No debería cada adulto tener derecho a fumar, beber o comer lo que decida, si no perjudica directamente a otros? ¿Estas prohibiciones realmente desincentivan el consumo o generan frustración y rebeldía? ¿No sería más eficaz invertir en campañas educativas que en medidas prohibicionistas? ¿Hay que respetar los derechos de los fumadores como minoría o pesa más el derecho colectivo a un aire limpio? ¿No se está estigmatizando a los fumadores como si fueran ciudadanos de segunda? ¿Se puede intuir cierto oportunismo o juego a dos bandas por oparte de los gobernantes?¿Está el Gobierno preparando el terreno para una prohibición total o qué hay detrás? ¿Es compatible esta política con una sociedad adulta y democrática?

Hoy, 23 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Tortuga. Esta fecha busca concienciar sobre la importancia de proteger a estas especies, tanto terrestres como marinas, y a sus hábitats naturales. Pero más allá de su valor ecológico, la tortuga se ha convertido en un símbolo profundamente revelador. Representa la lentitud, la pausa, el ir despacio… Y, curiosamente, ese modelo empieza a imponerse en nuestra sociedad. Vivimos tiempos en los que la productividad cae, el compromiso se diluye, y muchos —jóvenes y no tan jóvenes— sienten que el esfuerzo ya no compensa. Los datos lo reflejan: los trabajadores más jóvenes en España duplican las bajas laborales con respecto a los mayores de 50 años. Es un síntoma claro. Algo parece estar fallando en el equilibrio entre la exigencia y la motivación. Quizá estemos asistiendo a un cambio profundo: menos ganas de correr, más necesidad de parar. Pero con ello también crece el riesgo de que, en nombre del bienestar, estemos perdiendo el pulso del trabajo, del esfuerzo sostenido, de la responsabilidad compartida. Esta noche debatimos sobre la filosofía de ir más despacio, el ya denominado estilo de vida “slow”. ¿Qué nos dicen las cifras de bajas laborales entre jóvenes sobre el modelo actual de trabajo? ¿Hay una pérdida del valor del trabajo como herramienta de desarrollo personal? ¿Está justificada la caída de productividad por el aumento de problemas de salud mental o se está patologizando en exceso el estrés? ¿Es viable construir una economía donde la salud emocional esté por encima de la eficiencia? ¿Puede sobrevivir el sistema actual si cada vez más personas quieren trabajar menos? ¿Es el modelo de “trabaja duro para vivir bien” una idea obsoleta? ¿La filosofía “slow” es compatible con la competitividad global?¿Cómo influye la sobreprotección o la desmotivación educativa en esta crisis del esfuerzo? ¿Qué papel juegan las redes sociales en el ideal de una vida sin sacrificios?

Este miércoles 7 de mayo comenzó el cónclave en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor del Papa Francisco. En nuestro último programa hicimos apuestas con la práctica certeza de que el proceso no se alargaría demasiado. No íbamos desencaminados: el jueves 8, a las 18:08, la fumata blanca anunció el consenso. Habemus Papam: el Vaticano confirmó que el cardenal Robert Francis Prevost, primer Papa estadounidense, había sido elegido con el nombre de León XIV. Este viernes pronunció su primera homilía, una declaración de intenciones en la que afirmó que la Iglesia debe ser un faro para el mundo y llamó a hacer frente a quienes la ridiculizan y desprecian. Su elección nos lleva a plantear un debate que trasciende lo religioso: ¿qué cambia realmente cuando cambia la cabeza visible de una institución? La figura del Papa, profundamente simbólica, abre interrogantes aplicables también a la política, las empresas o nuestras propias comunidades de vecinos. ¿Cuánto poder tiene un nuevo líder para transformar estructuras pensadas para mantenerse? ¿Dónde acaba la voluntad personal y empieza el peso del sistema? A menudo esperamos renovación, pero la historia muestra que muchos líderes acaban absorbidos por el engranaje. Hoy hablamos de liderazgo, instituciones, cambios posibles y resistencias ocultas. Y también del papel que jugamos todos —como sociedad, empleados, ciudadanos o vecinos— a la hora de permitir o impedir esos cambios. ¿Puede una sola persona cambiar el rumbo de una institución tan antigua y compleja como la Iglesia Católica? ¿Qué margen real tiene un nuevo Papa como León XIV para renovar, cuestionar o reformar? ¿Qué tipo de liderazgo necesita hoy la Iglesia? ¿Y qué tipo de liderazgo buscamos en general en estos tiempos: carismático, reformista, pragmático, colectivo? ¿Qué poder tiene un nuevo líder frente a estructuras institucionales consolidadas? ¿Dónde acaba su voluntad personal y dónde empieza la inercia del sistema? ¿Esperamos demasiado de los nuevos líderes? ¿Hay un “autoengaño colectivo” al creer que un cambio de persona implica necesariamente un cambio profundo? ¿Qué condiciones hacen posible que un nuevo liderazgo traiga un cambio real de rumbo? ¿Qué pesa más: la historia de una institución o los hábitos de quienes la integran? ¿Se puede liderar sin mandar? ¿Y mandar sin liderar? ¿Qué hace que alguien inspire confianza como líder desde el primer momento? ¿Conocéis ejemplos reales o ficticios en los que un cambio de liderazgo supuso un verdadero punto de inflexión? ¿Y otros en los que se vendió humo? ¿Dónde hay más resistencia al cambio: en una institución religiosa, en una empresa antigua, en una comunidad de vecinos o incluso en un grupo de WhatsApp? ¿Somos parte activa del cambio cuando llega un nuevo líder o esperamos cómodamente que “nos solucione las cosas”?

El pasado lunes 28 de abril de 2025, España, Portugal, e incluso el sur de Francia, vivieron un apagón eléctrico masivo que dejó a millones de personas sin suministro durante horas. Ciudades enteras quedaron sin luz, sin internet, sin cajeros, sin forma de comunicarse… y con una pregunta en su mente: ¿qué está pasando? Aunque aún no se conocen oficialmente las causas, y muchos temen que, como en ocasiones anteriores, nadie asumirá responsabilidades, esta noche no vamos a centrarnos en buscar culpables. Queremos ir más allá: debatir y reflexionar juntos sobre lo que este apagón revela. En particular, nuestra vulnerabilidad como sociedad moderna que, aunque está tecnológicamente avanzada, se está volviendo cada vez más dependiente y poco previsora. Lo cierto es que este no es un caso aislado. En los últimos años, España y el mundo han vivido crisis muy graves: la pandemia de la COVID-19, el volcán de La Palma, la DANA de Valencia, son solo algunos de los casos más graves. Diferentes causas, sí, pero con un mismo resultado: nos hacen enfrentarnos de golpe a hechos repentinos ante los que no estamos suficientemente preparados. Ahora bien, hoy no queremos hablar desde el miedo, sino desde la experiencia y la previsión. Queremos reflexionar sobre si desde vuestro punto de vista estamos lo suficientemente capacitados para afrontar acontecimientos inesperados; sobre quiénes se desenvuelven mejor, si los habitantes de las ciudades o los de los pequeños pueblos, si las generaciones mayores o las más jóvenes; sobre las cicatrices que todas estas crisis van dejando en nosotros, y también sobre qué podemos hacer desde ya, desde casa, como ciudadanos, para estar un poco mejor preparados. Desde Europa se habla ya de los famosos kits de emergencia en los hogares. Las conversaciones entre ciudadanos en los últimos días han planteado, entre otras cosas, la importancia de tener dinero en efectivo, alguna bombona de butano o un hornillo de montaña, garrafas de agua, linternas o baterías de emergencia para respiradores en el caso de personas con patologías. Es más: se insiste en la necesidad de enseñar desde pequeños a los niños a saber reaccionar ante una emergencia. Esta noche abrimos los micrófonos no solo para analizar lo que ha pasado, sino para aportar ideas constructivas, compartir experiencias reales y escuchar el testimonio y las recomendaciones de quienes alguna vez han sufrido una de estas situaciones en primera persona. Porque, en un mundo cada vez más incierto, quizá la mejor forma de afrontar lo que pueda venir sea estar informados, compartir ideas, y sobre todo, llegado el momento, saber cómo actuar. ¿Estamos demasiado confiados en la fiabilidad de las infraestructuras eléctricas actuales? ¿Es viable depender exclusivamente de sistemas digitales para tareas cotidianas como pagar, trabajar o comunicarse? ¿Deberíamos tener fuentes de energía alternativas a nivel doméstico o comunitario ¿Qué elementos mínimos debería tener un hogar para estar preparado ante una emergencia? ¿Cuántas personas saben usar un hornillo, o tienen una radio de pilas o un botiquín de primeros auxilios? ¿Enseñamos a nuestros hijos qué hacer en caso de un corte de luz o de comunicación? ¿Hemos olvidado habilidades básicas porque las hemos delegado completamente en la tecnología? ¿Puede una buena preparación individual o de comunidad marcar la diferencia? ¿Quién está mejor preparado ante un apagón: quienes viven en las ciudades o en los pueblos? ¿El medio rural conserva una cultura más autosuficiente que puede servir de ejemplo? ¿Las ciudades deberían crear planes de emergencia por barrios o comunidades? ¿Qué papel juegan las redes de apoyo vecinal o familiar en estas situaciones? ¿La población más frágil (mayores, personas dependientes, enfermos crónicos) está realmente protegida? ¿La falta de formación práctica en situaciones de emergencia debería corregirse desde la escuela? ¿Las generaciones más jóvenes están menos preparadas para afrontar imprevistos que las mayores? ¿Qué consecuencias económicas tiene un apagón de horas o días para los pequeños negocios, ¿Están preparados los ayuntamientos y servicios públicos para responder a apagones prolongados? ¿Nos fiamos demasiado del "todo funcionará siempre" en nuestro día a día? ¿Es este apagón un aviso de lo que puede venir en un futuro marcado por crisis energéticas? ¿Estamos entrando en una era de incertidumbre donde los eventos extremos serán más frecuentes? ¿Estamos preparados psicológicamente para asumir que lo inesperado ya no es tan improbable?

Esta semana, el mundo ha perdido a una de las figuras más representativas de la espiritualidad: el papa Francisco. Más allá del ámbito estrictamente religioso, lo más llamativo de su muerte no ha sido la noticia en sí, sino todo lo que ocurrió antes. Durante días, circularon comentarios en distintos medios y redes sociales que apuntaban, entre otras cosas, a su posible fallecimiento e, incluso, a la sorprendente teoría de que un doble estaba actuando en su lugar. La historia del Vaticano está plagada de misterios, rumores y muertes envueltas en intrigas. Sin ir más lejos, ahí está el caso del papa Juan Pablo I, que falleció solo 33 días después de ser elegido. También son célebres las teorías sobre envenenamientos, muertes a martillazos, luchas internas y conspiraciones dignas de una novela negra. Pero este no es un caso aislado. En general, nos fascinan los rumores sobre la muerte de personajes públicos. Las noticias falsas sobre celebridades fallecidas se han vuelto frecuentes en redes sociales y ciertos medios, siempre rodeadas de teorías conspiranoicas y misterios que, en ocasiones, parecen atraer más que la propia verdad. Quizá porque la realidad se nos antoja demasiado simple, dura, o incluso, aburrida. Y, en tiempos de incertidumbre, la espiritualidad, o su ausencia, se mezcla con nuestro deseo de creer en algo más: en lo oculto, en lo no dicho, en la historia detrás de la historia. Y ahí entra otro tema que nunca pasa de moda: las intrigas, las traiciones, los puñales por la espalda. Porque, más allá del Vaticano, también convivimos a diario con nuestras propias conspiraciones: en el trabajo, entre amigos, vecinos, en la política o, incluso, dentro de la familia. Hoy debatiremos sobre todo esto. Sobre si avanzamos más hacia la espiritualidad o hacia la conspiranoia. Sobre por qué sentimos la necesidad de aderezar la realidad con ingredientes de misterio e intriga. Y, sobre todo, sobre qué nos dice todo esto sobre nosotros mismos. En momentos de inestabilidad como el actual, ¿qué papel juega hoy la espiritualidad? ¿Es más, o menos fácil tener fe y creer en lo invisible? ¿Siguen conservando la misma fuerza los símbolos tradicionales, como el papa, o ahora se buscan otras figuras públicas espirituales para orientarse? ¿Por qué nos fascinan las teorías de la conspiración? ¿Internet ha amplificado nuestra necesidad de encontrar temas misteriosos o simplemente le ha dado más visibilidad? ¿Por qué tendemos a buscar siempre una segunda intención detrás de los hechos? ¿Confiamos poco o hemos sido traicionados demasiadas veces? ¿El misterio nos atrae más por lo intelectual o por lo emocional? ¿Qué nos dice de nuestra cultura el hecho de que la muerte de un personaje famoso acapare portadas durante días? ¿Hemos convertido a las celebridades en mitos modernos con finales épicos o trágicos? ¿La fama evita el olvido o solo retrasa su efecto? ¿Por qué la historia del Vaticano ha estado tan vinculada a secretos, teorías y conspiraciones? ¿Se pueden justificar algunas conspiraciones históricas por el contexto político o religioso? ¿La política nos ha acostumbrado a convivir con la traición como si fuera algo natural?

Con el arranque de la Operación Salida de Semana Santa, millones de personas en España se lanzan a las carreteras en busca de descanso, desconexión o simplemente para hacer una pausa en su rutina diaria. Esta noche queremos aprovechar esa idea de “salir” para ir mucho más allá del viaje físico. Porque no solo salimos en el sentido literal de la palabra. También nos salimos, en sentido figurado, en múltiples aspectos de la vida. Y ahí es justo donde queremos ir a parar. Decimos que alguien “se sale” cuando brilla, cuando destaca, cuando va más allá. Pero también lo usamos para hablar de quien se desvía de lo establecido, de quien exagera o incluso sobrepasa los límites. En ese sentido, solemos decir que nos salimos de madre, o del tiesto. También podemos salirnos de tono, de lugar, o del núcleo de la conversación, sin venir a cuento. Según el contexto, este salirse puede interpretarse como un gesto de rebeldía, pero otras veces genera rechazo, especialmente cuando viene acompañado de una manifiesta falta de respeto, de autocontrol o de humildad. Vivimos tiempos en los que “salirse” puede ser una estrategia. Ya sea para sobrevivir, para llamar la atención, para diferenciarse o, simplemente, para evadirse. Hay quienes se salen de guapos, quienes se salen de inteligentes… e incluso quienes se salen demasiado, pasándose de listos, cruzando ciertos límites, llegando demasiado lejos. Y ahí, la historia cambia. Porque una cosa es salirse, y otra muy distinta, pasarse de frenada. Y cuando eso ocurre, no es raro acabar no saliéndose… sino siendo directamente expulsado a puntapiés. O lo que es lo mismo: que te den puerta, como diría un castizo. No podemos olvidarnos de los salidos, esos que transitan por los márgenes de lo moral o lo legalmente aceptable. Tampoco de quienes siempre quieren salirse con la suya. Están también los que simplemente intentan salir del paso, improvisando sin prepararse, y los que optan por salirse por peteneras para desviar el foco. Incluso hay quienes buscan liarla parda… y, aun así, salirse de rositas. Quizá hoy más que nunca caminamos sobre esa delgada línea que separa el deseo de encajar de la necesidad de desmarcarse. Entre querer formar parte, y querer estar al margen. Esta noche os invitamos no sólo a salir de vacaciones, sino también a salir de la zona de confort. A que os atreváis a “saliros” en el mejor sentido: a pensar diferente, romper moldes, reírnos de nosotros mismos y cuestionar lo establecido. Porque, quién sabe… quizá solo cuando nos salimos es cuando, de verdad, podemos encontrarnos. ¿Tenéis ya plan para estas vacaciones? ¿Vais a “salir” esta Semana Santa o preferís quedaros en casa cocinando potaje y torrijas? ¿Cuál ha sido vuestra escapada más improvisada o más memorable o absurda en una Semana Santa? ¿Podéis recomendar algún rincón donde disfrutar de las mejores viandas típicas de esta época?¿Os habéis salido alguna vez del tiesto… sin querer, o queriendo?¿En general, os consideráis personas que se salen o que prefieren pasar desapercibidas? ¿En qué aspecto de vuestra vida sentís que os habéis salido alguna vez? ¿Salirse del camino establecido es un acto de valentía, o una irresponsabilidad? ¿Es posible salirse del sistema sin quedarse marginado? ¿“Salirse de guapo” provoca iración o despierta prejuicios y envidia? ¿Ser brillante —salirse de inteligente— está bien visto o genera rechazo? En un contexto tan abierto como el actual, ¿qué entendemos por ser un “salido”? ¿“Salirse con la suya” es una virtud de los perseverantes… o una habilidad de los manipuladores? ¿Qué riesgos tiene “salirse de la manada”? ¿Hay veces en que salirse no es un lujo, sino una necesidad? ¿Qué haríais si pudierais “saliros” de algo ahora mismo? ¿Hay salidas que os han cambiado la vida, o creéis que podrían hacerlo? ¿Habéis tenido que salir del paso fingiendo o improvisando? ¿Funcionó? ¿Se puede “salir” de uno mismo, de una identidad, una vida o un papel en el que ya no se encaja? ¿Qué personaje público os viene a la mente cuando pensáis en alguien que “se sale”, o que se ha pasado de frenada? ¿Y por qué? ¿Quién se sale o se salió de los moldes en la industria musical, y cinematográfica? ¿Consideráis que los políticos siempre se salen con la suya? ¿Se ira más a quien se sale por su talento… o a quien se sale por provocar? ¿Hay personajes públicos que han acabado apartados precisamente por salirse demasiado o no saber frenar a tiempo? ¿Qué diferencia hay entre salirse con estilo… y salirse con soberbia? ¿Puede un personaje público “salirse” hoy sin ser criticado ni juzgado por cualquier gesto fuera de lo políticamente correcto?

La situación económica mundial está cada vez más convulsa; se respira una gran inestabilidad a nivel general. Y es que, si hacemos un repaso a las noticias de actualidad de esta semana, veremos que casi todas resultan bastante inquietantes. Donald Trump ha vuelto al tablero internacional con una nueva guerra comercial que afecta directamente a la Unión Europea y, cómo no, también a España, al imponer aranceles “recíprocos” del 20 %. Una decisión que impacta en sectores clave y que podría poner en peligro el ya frágil equilibrio del comercio global, afectando al bolsillo de muchas personas. Mientras tanto, aquí, en nuestras calles, muchos de los bazares y pequeños comercios chinos que parecían inamovibles empiezan a cerrar o a liquidar su mercancía. Algunos lo atribuyen a la inflación, al aumento del precio de los alquileres o a los nuevos hábitos de consumo ligados al comercio electrónico. Sin embargo, otros añaden un ingrediente más a la ecuación, especulando con una posible retirada generalizada de la comunidad china de Europa, motivada por la situación política internacional y el rearme decretado por la Unión Europea. De ahí surgen conjeturas que apuntan a que China podría tener claves que anticiparían un posible conflicto bélico o un colapso económico global en un futuro no tan lejano. A esto se suma una decisión llamativa: Francia ha eliminado de golpe todas sus Zonas de Bajas Emisiones, reconociendo que estas medidas perjudican económicamente, y en especial a las personas con menos recursos, ya que no pueden cambiar de coche ni asumir exigencias medioambientales con un coste tan elevado. Todas estas noticias nos hacen preguntarnos si los cambios en las políticas comerciales, medioambientales, e incluso en nuestras rutinas cotidianas, van a suponer un giro de 180 grados en los próximos tiempos. Hoy queremos debatir sobre si estamos, realmente, ante un cambio de ciclo a nivel global. Para ello, hablaremos no solo de economía, sino también de cómo estos nuevos movimientos afectan a nuestra vida diaria, nuestros hábitos, nuestra seguridad, al a un trabajo estable y, por supuesto, a nuestra estabilidad emocional. ¿Cómo pueden afectar estas guerras comerciales al día a día de los ciudadanos europeos y al equilibrio del comercio global? ¿Qué sectores se verán más afectados dentro de la economía española por los nuevos aranceles? A la vista del cierre de bazares chinos, ¿estamos asistiendo al final de ese modelo de comercio? ¿Por qué están cerrando los bazares chinos en España? ¿Podría deberse únicamente a la inflación y al precio de los alquileres o tendría fundamento pensar que estos negocios cierran ante un contexto que anticipa un conflicto bélico o un colapso global? ¿Qué podría haber detrás del rearme decretado por la Unión Europea? ¿Se trata de una medida preventiva o refleja tensiones más profundas? ¿Es realista pensar que China conoce algo que el resto del mundo desconoce o no está dispuesto a reconocer públicamente? ¿Pueden las políticas medioambientales, como las Zonas de Bajas Emisiones, tener un final más próximo de lo que se pensaba, tras caer por su propio peso? ¿Vamos hacia una sociedad donde sólo quienes tienen más capacidad económica podrán adaptarse sin dificultades al cambio? ¿Hasta qué punto han cambiado nuestros hábitos de consumo en los últimos años y qué implicaciones tendrá? ¿Es el comercio electrónico sólo una herramienta de modernización o también una amenaza cierta para la economía local? ¿Qué impacto pueden tener estos cambios económicos a nivel laboral y comercial en nuestro país? ¿Puede esta incertidumbre económica y política generar un estado de ansiedad colectiva que afecte a la estabilidad laboral y a la seguridad, provocando más problemas de salud mental? ¿Estamos, realmente, ante un cambio de ciclo histórico o es solo una nueva fase de una crisis global estructural? ¿Es posible prepararnos como sociedad para afrontar un futuro que parece estar transformándose? De ser así, ¿Cómo deberíamos hacerlo? ¿Tendremos que empezar a hacer acopio de papel higiénico, arroz y latas como en los tiempos de confinamiento?

Ayer celebrábamos el Día Mundial del Teatro, una fecha que rinde homenaje a ese arte capaz de emocionarnos, hacernos reflexionar y, sobre todo, recordarnos que la vida, muchas veces, también es una representación. Como decía Shakespeare: «El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y mujeres, meros actores». Una idea presente en la literatura, la filosofía y el pensamiento crítico que, hoy más que nunca, cobra pleno sentido. A diario, cada persona asume distintos roles: el del profesional eficiente, el gran amigo, el ciudadano ejemplar, o el de rebelde en las redes sociales... Según la ocasión, se modifica el discurso, la actitud e incluso las opiniones, adaptándolas a las circunstancias, los intereses o las expectativas de los demás. Pero esta representación no se limita al ámbito personal. La política, los medios de comunicación e incluso los grandes debates sociales parecen funcionar bajo las mismas reglas: las de la puesta en escena. Un claro ejemplo lo hemos visto esta misma semana. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha anunciado un giro en la política de Defensa, justificando ahora la necesidad de reforzar el gasto militar y presentando un ambicioso «plan nacional» para reestructurar el modelo de ejército e invertir en tecnología, seguridad y defensa. Este anuncio supone un cambio significativo respecto a sus posicionamientos anteriores, cuando enarbolaba la bandera del “No a la guerra” y rechazaba abiertamente este tipo de políticas. Como es lógico, este viraje nos lleva a preguntarnos si, una vez más, estamos ante un nuevo papel asumido por este gran actor, dictado por las exigencias del guion político. Tampoco los medios de comunicación quedan fuera de este gran teatro. Los titulares buscan el impacto inmediato, las imágenes persiguen provocar emociones rápidas y el relato informativo suele priorizar el espectáculo por encima de la verdad. Incluso podríamos preguntarnos si muchos ciudadanos no están también atrapados en esta lógica teatral. Las redes sociales, por ejemplo, empujan a sus s a convertirse en actores de sus propias vidas, gestionando cuidadosamente la imagen que proyectan, buscando «me gustas» y reacciones, interpretando un personaje ante una audiencia constante que, según el momento, aplaude o lanza tomates. Por todo ello, hoy queremos abrir un debate que no solo analice el teatro político o mediático, sino que vaya más allá y nos invite a cuestionarnos la autenticidad de nuestras vidas y de la sociedad que estamos construyendo. ¿Hasta qué punto la política actual se ha convertido en un espectáculo, donde importan más la imagen o los intereses propios que la gestión eficiente? ¿Es legítimo que un político cambie radicalmente de discurso o es oportunismo puro y duro? ¿Qué opináis del reciente anuncio del Gobierno español sobre el aumento del gasto militar? ¿Es un cambio necesario o un simple ajuste de estrategia política? ¿Creéis que los políticos representan un papel distinto según el público al que se dirigen (Congreso, medios, redes, ciudadanía)? ¿Los medios de comunicación informan o se han convertido en guionistas de la realidad? ¿Buscan los medios impactar, entretener y emocionar antes que informar? ¿Qué responsabilidad tenemos como consumidores de información ante este «teatro mediático»? ¿Está mucha gente más pendiente de la imagen que proyecta que de lo que es realmente? ¿Creéis que las redes sociales han amplificado esta teatralización de la vida, convirtiendo a sus s en personajes que buscan aprobación? ¿Es posible ser auténtico hoy en día, o es casi obligado adaptarse a un guion social? ¿Podemos hablar de un «teatro de la justicia», donde los juicios, las leyes y las decisiones se convierten también en puestas en escena? ¿La economía, la publicidad, el mundo del deporte funcionan también bajo esta lógica teatral? ¿Vivimos en un mundo de espectáculo porque así nos sentimos más cómodos y protegidos detrás de una máscara?

La reciente publicación del libro “El odio”, basado en el testimonio de José Bretón, condenado por el asesinato de sus hijos en 2011, ha generado una intensa polémica. La madre de los menores ha solicitado a la justicia que impida la publicación de la obra, argumentando una intromisión ilegítima en el derecho a la intimidad y la propia imagen de los niños. Asimismo, ha solicitado que el libro sea retirado del mercado e incluso secuestrado. Este viernes, la ministra de Igualdad se ha pronunciado sobre el caso, afirmando que en una sociedad democrática "no podemos dar voz a los asesinos" y calificando la publicación como "intolerable". Por su parte, la editorial defiende que la literatura ha abordado históricamente "realidades complejas y dolorosas", incluidos crímenes que han marcado a sociedades enteras. No obstante, a pesar de la controversia, ha decidido suspender el lanzamiento del libro. Esta situación plantea un dilema complejo entre la libertad de expresión, el derecho al honor y la protección de las víctimas. El debate no es nuevo. A lo largo de la historia, se han publicado numerosos libros sobre crímenes reales, desde el clásico A sangre fría de Truman Capote hasta casos más recientes como el crimen de los marqueses de Urquijo, la desaparición de Marta del Castillo, el asesinato del pequeño Gabriel Cruz o la matanza de Puerto Hurraco. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre los libros escritos con un enfoque periodístico o desde la perspectiva de las víctimas y aquellos en los que los propios criminales relatan sus crímenes. En España, los casos de secuestro de publicaciones han sido escasos. De llegar a producirse en el caso del libro de Bretón, supondría una decisión compleja para cualquier juez, ya que implicaría limitar el derecho fundamental a la libertad de expresión, protegido por la Constitución, aun cuando la información publicada pueda resultar molesta o hiriente. Además, dado que existe una sentencia firme, el libro no revelaría datos o hechos que pudierann afectar al desarrollo del procedimiento judicial. Ahora bien, aunque la jurisprudencia respalda la protección de la expresión literaria, también establece la necesidad de evaluar si esta vulnera otros derechos fundamentales, como el derecho al honor y la intimidad, especialmente cuando afecta a víctimas menores de edad. Este tipo de publicaciones podrían implicar una revictimización de los familiares y generar un daño innecesario. Por ello, los tribunales deben analizar con detalle el contenido publicado para determinar si atenta contra la dignidad de las víctimas o sus allegados. Otro punto a considerar en este debate es la resocialización del reo. La propia Constitución establece que las penas deben estar orientadas hacia la reinserción social del condenado. La posibilidad de que un criminal publique un libro nos lleva a preguntarnos si esto forma parte de su proceso de resocialización o si, por el contrario, constituye una forma de explotar comercialmente su delito. Además, cabe preguntarse hasta qué punto la publicación de un libro difiere de la cobertura mediática de un caso ampliamente tratado por los medios de comunicación durante años. ¿Debe permitirse que un criminal publique un libro sobre su propio delito? ¿Representa esto una revictimización de los familiares o una cuestión de libertad de expresión?¿Hasta dónde deben llegar los límites de la información? ¿El público a este tipo de obras contribuye a una mejor comprensión de la criminalidad o simplemente alimenta el sensacionalismo? ¿La rehabilitación de un reo implica que pueda compartir su historia públicamente? ¿Debería considerarse inmoral o incluso ilegal que un criminal se beneficie económicamente de su crimen? ¿Qué diferencia hay entre este caso y otros libros sobre crímenes reales? ¿Deben las víctimas o sus familiares tener algún tipo de control sobre la publicación de libros sobre sus casos? ¿La difusión de un libro de estas características podría incentivar la búsqueda de notoriedad por parte de otros criminales? ¿La retirada de un libro como este sentaría un precedente peligroso en materia de censura literaria? A partir de las 23.30 disfrutaremos de Mentes Dementes Os invitamos a participar en directo por los canales habituales: Skype (mentes.dementes) o tfno./whatsApp: 623988838

Este mes de marzo nos recuerda dos tragedias que marcaron profundamente a la sociedad española: los atentados del 11 de marzo de 2004 y la pandemia de COVID-19 en 2020. Dos eventos distintos, pero con un denominador común: el sufrimiento de miles de víctimas y una gestión en la que, demasiadas veces, los intereses políticos pesaron más que el bienestar de los ciudadanos. Hace cinco años, la pandemia irrumpió en nuestras vidas con un estado de alarma que nos confinó en casa mientras el mundo exterior se convertía en un escenario de hospitales desbordados, residencias con ancianos desatendidos y decisiones tomadas sobre la marcha. La incertidumbre, la manipulación informativa y un constante intento de eludir responsabilidades marcaron aquellos meses, dejando a muchas víctimas en el olvido una vez pasada la emergencia. Hoy, la situación sanitaria es otra. La inmunidad adquirida ha cambiado el panorama, pero el precio fue demasiado alto. Miles de víctimas inocentes—padres, hermanos, hijos, amigos—se fueron sin que pudiéramos despedirnos, pagando con sus vidas los errores de una gestión caótica. Otros, que estuvieron al borde del abismo y lograron salvarse, arrastran secuelas físicas y psicológicas que aún condicionan su día a día. El debate sigue centrado en la gestión política de aquellos meses, en los errores que costaron vidas y en el silencio que se impuso después. Se prefirió acallar voces incómodas e ir borrando poco a poco la huella de lo ocurrido antes que ayudar a quienes aún sufren las consecuencias. Por eso, en el programa especial de esta noche queremos rendir homenaje a las víctimas, a aquéllos que por desgracia ya partieron, a sus familias, y por supuesto, a quienes siguen luchando por recuperarse y superar aquéllas tragedias. Hoy les damos voz para que se sepa que al menos están y seguirán estando muy presentes en la memoria de muchos de nosotros. ¿Se han asumido responsabilidades reales en ambas crisis? ¿Qué ha quedado en la memoria colectiva? ¿Estamos hoy mejor preparados para este tipo de emergencias o volveríamos a tropezar con las mismas piedras? ¿Cómo ha cambiado nuestra confianza en las instituciones y en la información que recibimos? ¿Por qué las víctimas, en lugar de ser el centro de las decisiones, han sido prácticamente olvidadas? ¿Qué ha sido de aquellos que, cinco años después de la pandemia, siguen enfrentándose a secuelas físicas y emocionales o intentando reconstruir sus vidas tras perder a sus seres queridos? ¿Cómo podemos evitar que el tiempo termine de enterrar su historia y su sufrimiento? ¿Por qué los ancianos, que vivieron y construyeron la sociedad en la que hoy vivimos, fueron tratados como víctimas de segunda categoría, sin a hospitales, sin recursos y con protocolos que, en muchos casos, los condenaron a muerte? ¿Se han tomado medidas reales para que lo ocurrido con los mayores no vuelva a repetirse o seguimos sin protegerlos ante futuras crisis? ¿Hemos aprendido algo como sociedad o la indiferencia volverá a imponerse si se repite una situación similar? ¿Qué papel jugaron los medios de comunicación en la construcción del relato de la pandemia y hasta qué punto influyeron en la percepción pública de las decisiones tomadas? ¿Se priorizó la salud o se antepusieron intereses políticos, económicos e ideológicos? A partir de las 23.30 disfrutaremos de Mentes Dementes Os invitamos a participar en directo por los canales habituales: Skype (mentes.dementes) o tfno./whatsApp: 623988838

Hoy, 14 de marzo, es el Día Mundial del Sueño. El sueño es una necesidad biológica, pero también un fenómeno misterioso que ha fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Cada noche nos sumergimos en un mundo de imágenes, símbolos y emociones que, a veces, parecen carecer de sentido y, otras, parecen contener mensajes ocultos sobre nuestra vida. Freud veía los sueños como manifestaciones de deseos reprimidos, Jung los conectaba con el inconsciente colectivo y muchas culturas antiguas creían que podían ser premoniciones o revelaciones. Pero el misterio del sueño no termina ahí: no solo soñamos mientras dormimos, también lo hacemos despiertos. Los sueños son aquello que nos impulsa a seguir adelante, nuestras metas e ilusiones, y todos, en algún momento, hemos soñado con los ojos abiertos. Esta noche os pedimos que, al menos durante un par de horas más, permanezcáis despiertos para debatir sobre el sueño en todas sus dimensiones. ¿Es el sueño solo un proceso biológico o hay algo más? ¿Las pesadillas tienen una función psicológica que nos ayuda a procesar el miedo o solo nos atormentan sin propósito alguno? La tecnología y el ritmo de vida han reducido nuestras horas de descanso. ¿Cómo afecta esto a nuestra mente, nuestra productividad y nuestra capacidad de soñar? Si nuestra realidad fuera un sueño, como sugieren algunas corrientes filosóficas, ¿cómo podríamos darnos cuenta? ¿Qué significaría, en ese caso, "despertar"? ¿Se están dejando de lado los grandes sueños en un mundo obsesionado con la inmediatez y la gratificación instantánea? ¿El miedo al fracaso hace que muchas personas renuncien a sus sueños? ¿Cómo influyen la sociedad y la educación en nuestra capacidad para soñar y creer que los sueños pueden hacerse realidad? ¿Qué sucede cuando una persona deja de tener sueños? ¿Puede la falta de aspiraciones llevar a una crisis de identidad o a la desesperanza? ¿Y cuando alguien es un eterno soñador? Muchas ideas innovadoras han surgido de los sueños: grandes inventos, obras de arte, teorías científicas. ¿Hasta qué punto los sueños han cambiado la historia? En algunas culturas, los sueños son una forma de conocimiento y guía espiritual. ¿Conservamos de alguna manera esa conexión en las sociedades modernas? Si el sueño es un reflejo de nuestra mente, ¿qué nos dice sobre la sociedad actual el hecho de que cada vez la mayoría de la gente tenga más dificultades para dormir y apenas sueñe? A partir de las 23.30 disfrutaremos de Mentes Dementes Os invitamos a participar en directo por los canales habituales: Skype (mentes.dementes) o tfno./whatsApp: 623988838

Tal día como hoy, de 1876, Alexander Graham Bell patentó el teléfono, un invento que revolucionó la comunicación al permitir hablar con alguien a kilómetros de distancia sin necesidad de escribir cartas o de esperar días para recibir una respuesta. Aquella primera llamada marcó el inicio de una transformación sin precedentes en las telecomunicaciones, cambiando para siempre la forma en que nos conectamos con el mundo. Si Bell pudiera echar un vistazo a la actualidad, probablemente se quedaría asombrado. No solo porque el teléfono ha dejado de ser un aparato fijo con un auricular colgado, sino porque ahora su función va mucho más allá de simplemente hablar. Enviamos mensajes de texto, compartimos audios, utilizamos emojis para expresar emociones y hasta realizamos videollamadas con personas al otro lado del mundo. A día de hoy, en España, las telecomunicaciones siguen transformándose. La reciente fusión de Orange y MásMóvil ha dado lugar a "MásOrange", el operador con más clientes del país. El 5G continúa expandiéndose, prometiendo mayor velocidad y mejor conectividad. Eventos como el Mobile World Congress, celebrado en nuestro país, demuestran que las comunicaciones evolucionan. Sin embargo, más allá de estos progresos, surge una pregunta inevitable: ¿estamos realmente más y mejor comunicados o simplemente nos hemos vuelto más dependientes de las tecnologías de la comunicación? Hoy en nuestro programa debatimos sobre cómo la evolución de las telecomunicaciones ha cambiado nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos con los demás. ¿Nos han hecho las nuevas formas de comunicación más eficientes o nos ha convertido en esclavos de las mismas e incapaces de desconectar? ¿La inmediatez en la comunicación ha mejorado nuestras relaciones o fomentado la superficialidad y la impaciencia? ¿Nos estamos comunicando más que nunca o, paradójicamente, nos sentimos más solos? ¿Estamos perdiendo habilidades sociales y la capacidad de mantener conversaciones cara a cara? ¿Han mejorado los servicios o simplemente estamos atrapados en una red de precios elevados y monopolios disfrazados de competencia? ¿Somos realmente dueños de nuestros datos o estamos a merced de las grandes compañías tecnológicas? Si mañana se cayera internet a nivel global, ¿seríamos capaces de seguir adelante o nos dejaría paralizados? ¿Las nuevas generaciones están mejor preparadas para este mundo hiperconectado o están perdiendo habilidades esenciales como la concentración y el pensamiento profundo y crítico? ¿Existe aún una brecha digital generacional o económica que sigue dejando a ciertas personas excluidas? ¿La evolución de las telecomunicaciones nos permite vivir más en el presente o, por el contrario, nos mantiene constantemente distraídos con las múltiples notificaciones? ¿Cómo influyen la entonación y la voz en la comunicación, en lo que atañe a la transmisión de emociones y construcción de relaciones personales y profesionales? ¿Puede la comunicación digital sustituir la riqueza del lenguaje hablado, lleno de matices y expresiones culturales que enriquecen nuestras interacciones? ¿La tecnología aplicada a la comunicación está erosionando la capacidad de articular ideas complejas y transmitir mensajes de forma efectiva, o nos ha abierto nuevas formas de expresión? A partir de las 23.30 disfrutaremos de Mentes Dementes Os invitamos a participar en directo por los canales habituales: Skype (mentes.dementes) o tfno./whatsApp: 623988838

Ayer, 13 de febrero, conmemorábamos el Día Mundial de la Radio, y hoy celebramos San Valentín. En la actualidad, casi cualquier día del año se ha convertido en una razón para celebrar: desde fechas tradicionales hasta otras tan sorprendentes como el Día Mundial de la Tortilla. Precisamente, la proliferación de Días Internacionales ha hecho que nos sintamos saturados de celebraciones. Lo que antes eran fechas con un claro propósito, hoy parecen diluirse entre un sinfín de conmemoraciones, cada una más peculiar que la anterior. Además, la manera en que las celebramos ha cambiado drásticamente. Las felicitaciones de ahora se envían por WhatsApp, las celebraciones se comparten en redes sociales, y muchas veces parece que la imagen que proyectamos es más importante que el significado real de la fecha. Las redes sociales, al amplificar la visibilidad, han transformado las festividades en algo público, haciendo que la validación externa se convierta en el centro de la celebración. Con las nuevas tecnologías han surgido los recordatorios y recomendaciones personalizadas para hacernos más eficientes en dichas felicitaciones, pero en cierto modo, les roban cercanía y humanidad. Esto nos hace sentir nostalgia por las celebraciones tradicionales, donde la conexión era más personal. ¿Hemos perdido la esencia de las festividades o simplemente estamos adaptándonos a la era digital? ¿Estamos saturando el calendario con tantas celebraciones? ¿Cuántas de estas nuevas incorporaciones festivas generan conciencia y cuántas son solo una excusa comercial? ¿Estamos encaminados a un futuro en el que las celebraciones sean completamente automatizadas mediante la inteligencia artificial? ¿Qué pasa con la nostalgia por lo tradicional? ¿Qué recuperaríais de las formas de celebrar de antaño? ¿Las redes sociales han convertido las festividades en una cuestión de apariencias y comparación? ¿Qué festividad recordáis con nostalgia porque ya no se celebra de la misma manera? A partir de las 23.30 disfrutaremos de Mentes Dementes Os invitamos a participar en directo por los canales habituales: Skype (mentes.dementes) o tfno./whatsApp: 623988838 Para escucharnos: http://www.arradiodementes.com/

En los últimos años, la sociedad española ha mostrado un creciente interés por la ética y el bienestar animal. De hecho, un estudio reciente de la Fundación BBVA refleja que la mayoría de los españoles considera que los seres humanos tienen la obligación moral de velar por los animales, incluyendo los domésticos, los salvajes e incluso los insectos y roedores. Al mismo tiempo, esta misma semana ha vuelto a aparecer en los medios la noticia de que Salamanca albergará, en unos meses, la mayor granja de insectos del mundo, con una producción estimada de 100.000 toneladas anuales. Estos insectos se destinarán, en un principio, a la fabricación de alimentos para animales, biofertilizantes y productos para las industrias farmacéutica, cosmética y de bioplásticos. Estos hechos nos llevan a advertir una clara contradicción que podría derivar en la necesidad de que la sociedad redefina su concepto de respeto animal o, por el contrario, se adapte a estos nuevos modelos de producción, supuestamente más eficientes y sostenibles, aceptando todas sus posibles repercusiones en nuestro actual sistema. Esta noche debatiremos sobre las posibles consecuencias que puede acarrear la producción masiva de insectos A todos los niveles: ético, económico, de salud, etc. ¿Es coherente que defendamos el bienestar animal y, al mismo tiempo, promovamos la producción masiva de insectos para su explotación? ¿Debemos replantearnos nuestro concepto de respeto animal ante estas circunstancias, o algunas especies deben tener más derechos que otras? Si la mayoría de la sociedad cree que hay rque espetar a los insectos, ¿hasta qué punto es ético usarlos como recurso industrial? ¿Dónde debemos poner el límite entre ética y utilidad? ¿Estamos humanizando demasiado a los animales o realmente debemos aplicar principios éticos a todas las especies, incluidos los insectos? ¿Podría la producción masiva de una sola especie de insecto afectar a los ecosistemas de manera imprevista? ¿Realmente la cría de insectos es una solución “sostenible” o podría generar otros problemas ecológicos y de salud en el futuro? Si lo comparamos con la ganadería tradicional, ¿es este modelo realmente más eficiente y menos dañino para el medioambiente? ¿Estamos preparados para incorporar y normalizar el uso de insectos en la alimentación y en otros productos de uso cotidiano? ¿A qué se debe que en algunas culturas el consumo de insectos sea común y en otras siga generando rechazo? ¿Cómo reaccionaría la sociedad si se implantara el consumo directo de insectos en la dieta humana? ¿Qué impacto económico podría tener la producción masiva de insectos en España? ¿Podría arruinar a gran parte de los productores tradicionales (ganaderos) y de otros sectores? ¿Es realmente una oportunidad de negocio para algunos o hay algo más detrás de ello? Si, tal y como apuntan la FAO y la ONU, de aquí a 2050 la demanda de alimentos y de proteínas aumentará de tal manera que no habrá recursos suficientes para atenderla, ¿podría plantearse la producción de insectos como una solución pragmática a ese problema? ¿O deberíamos considerar otras alternativas? ¿Son los insectos una fuente de proteína realmente más eficiente que podría convertirse en la alimentación del futuro? A partir de las 23.30 disfrutaremos de Mentes Dementes Os invitamos a participar en directo por los canales habituales: Skype (mentes.dementes) o tfno./whatsApp: 623988838 Para escucharnos: http://www.arradiodementes.com/

Hoy, 21 de febrero, se celebra el Día Internacional de los Guías de Turismo, profesionales que nos acercan a la historia y la cultura de los lugares que visitamos. Sin embargo, y más allá de eso, a lo largo de nuestra vida todos hemos tenido guías: nuestros padres y familiares, los profesores en la escuela, mentores en el trabajo e incluso líderes espirituales o intelectuales que han dejado una huella en nosotros. Para muchos, los guías son esenciales, ya que nos proporcionan herramientas para comprender el mundo y desenvolvernos en él. Sin embargo, en algunos casos, una guía excesiva puede limitar la autonomía, frenar la creatividad e incluso anular la capacidad de pensar por nosotros mismos. Así, los guías pueden ser faros en la oscuridad que nos orientan o, si no son los adecuados, pueden desviarnos del camino y hacernos naufragar. Hoy debatimos sobre la importancia de los guías en la vida, su papel en la sociedad y hasta qué punto pueden ser una ayuda o un obstáculo para el crecimiento personal. ¿Creéis que podríamos avanzar sin la guía de otras personas? ¿Dónde está el equilibrio entre recibir orientación y, al mismo tiempo, tener la libertad de equivocarnos y aprender de nuestros errores? ¿Hasta qué punto debemos confiar en la guía de los demás y cuándo debemos aprender a guiarnos por nosotros mismos? ¿Qué tipo de guía necesitan los niños y jóvenes hoy en día? ¿Se les está orientando correctamente o se les deja demasiado a la deriva? ¿Los jóvenes de hoy buscan referentes o prefieren explorar por su cuenta? ¿Cómo ha cambiado su relación con la autoridad y la orientación en comparación con generaciones anteriores? ¿Sabemos realmente reconocer y agradecer a quienes nos han orientado, o tendemos a subestimar el papel de padres, maestros y mentores? ¿Quién ha sido el mayor guía en vuestra vida? ¿De qué manera ha influido en vuestro desarrollo personal? En la era de las redes sociales y el bombardeo mediático, ¿seguimos a verdaderos guías o simplemente a charlatanes o personas que dicen lo que queremos escuchar? ¿Estamos preparados hoy en día para ser guías de otros? ¿Qué cualidades debería tener alguien para asumir ese papel?

En España, y desde que se instauró la democracia, hemos podido asistir a seis mociones de censura contra presidentes del Gobierno. Desde aquélla primera moción de censura en 1980 al entonces presidente, Adolfo Suarez, ha llovido bastante, y entonces como ahora, los candidatos eran plenamente conscientes de la imposibilidad de ganarla. Sin embargo, el objetivo en ambas casos, parece ser el mismo, poner de manifiesto su rebeldía, así como, evidenciar lo que consideran como la existencia de otra oferta programática más ajustada a la realidad del momento. En esta ocasión, el discurso del candidato alternativo, hizo alusión, entre otros, a la figura de George Orwell, en particular a como en la política del Gobierno actual, y según sus propias palabras: «parece prevalecer con frecuencia la demagogia y el populismo», y como se han generado unas: “ distopías destinadas a crear un modelo de sociedad en el cual se consagran los modos de autoritarismo envueltos con los ropajes formales de la democracia». Lo cierto es que las novelas de Orwell, tanto su obra “Rebelión en la granja”, como su inquietante interpretación futurista llevada a cabo con “1984”, incluyen críticas a los totalitarismos y a la opresión del poder, cuestiones éstas que parecen estar más de actualidad que nunca. Al igual que en aquélla sociedad inglesa que nos presentaba la novela “1984”, en la que ejercía su dominio un sistema de colectivismo burocrático, y todo era controlado por el Gran Hermano, en nuestro presente tenemos el campo abonado para que aparezcan algún que otro Winston Smith, que decida cuestionarse la verdad oficial y rebelarse. Conforme avanzan los días, el actual Gobierno, que hasta hace no tanto, clamaba contra la censura y el pensamiento único, se presenta cada vez como más totalitario y controlador de los movimientos ciudadanos, y como en el libro, prácticamente pretende castigarnos incluso por delitos que cometamos con el pensamiento. Una vez más, los poderosos, aquéllos que tienen mayoría numérica, se encargan de borrar el pasado que no les interesa y de convencen a las masas de las importantes bondades de sus obras, de aceptar su dogma, y de rechazar cualquier discurso divergente. Ya no se puede disentir, puesto que si te rebelas y cuestionas, se te acusa de “machista”, “racista”, “homófobo”, o “facha” .Ahora bien, ante las tiranías, casi siempre suelen surgir movimientos de disidencia, personas que deciden ocultarse de la vista de la cámara para escribir un diario en el que plasmar su visión del mundo real, individuos rebeldes que salen de aquélla caverva oscura descrita por Platón, y que consiguen terminar viendo la luz. Esta noche os invitamos a debatir sobre si es o no posible ejercer la rebeldía en una sociedad como la actual, y de qué forma se puede enfocar la misma. ¿Qué entendéis por rebeldía? ¿Cómo ha ido cambiando la personalidad rebelde a lo largo de la historia? ¿Se suele incluir en el concepto a personas que protestan, pero después aceptan las normas sociales sin ningún sentido (rebeldes sin causa)? ¿Sois o habéis sido rebeldes a lo largo de vuestra vida?, ¿Cómo es posible manifestar la rebeldía a nivel general? ¿Qué consecuencias puede acarrear ser disidente con las ideas mayoritarias en un momento como el actual? ¿Es necesaria la rebeldía para mantener una sociedad equilibrada? ¿Un exceso de rebeldía o una rebeldía mal entendida nos puede conducir a una descomposición de la sociedad? ¿Es ese afán por cuestionarse las ideas impuestas lo que hace evolucionar a las sociedades en cualquiera de sus ámbitos (político, artístico, social)?

El español es un idioma de gran riqueza léxica, que además, y dependiendo de la zona en la que se habla, presenta una serie de particularidades fonéticas, rítmicas y melódicas características, que se denominan, “acento”. Hasta el momento dichos matices nunca habían provocado enfrentamiento alguno entre los españoles.Sin embargo, y recientemente, algunos de los socios del Gobierno han decidido presentar una proposición no de ley para poner en marcha una campaña institucional financiada con fondos públicos, pues aseguran que en nuestro país se producen situaciones de discriminación lingüística o “glotofobia”. Eso sí, reconocen que no hay suficiente literatura científica para poder demostrarlo. Los defensores de la propuesta aluden a lo que consideran ataques discriminatorios hacia determinadas Ministras a causa de su acento. Así mismo, mencionan campañas publicitarias como la de la cerveza Cruzcampo, protagonizado por Lola Flores, en la que desde su peculiar perspectiva, no se lleva a cabo una exaltación orgullosa del acento andaluz, sino que en realidad sólo se oculta un sentimiento de inferioridad. A la vista del caso, pareciera que hay algunos políticos más empeñados en provocar conflictos o distracciones, que en aportar soluciones a los problemas reales. A nadie se le escapa el enorme poder que puede llegar a tener el lenguaje. Ahora bien, todo dependerá del buen uso que hagamos del mismo. Una precaria vocalización, o una mala dicción son totalmente independientes del acento. El debate de esta noche está servido. ¿Habéis padecido personalmente o detectado algún caso de “glotofobia, (discriminación por el acento) en vuestro entorno?, ¿Existe realmente este problema en España? ¿Qué podría perseguir este tipo de reivindicación? ¿Os parece que bromear o hacer imitaciones con determinados acentos puede ser considerado como glotofobia? ¿Se están confundiendo términos como vocalización y dicción con el acento?, A nivel general, ¿Se hace un uso adecuado del lenguaje? ¿Hay una tendencia mayor al uso del elemento visual en sustitución de las palabras?, ¿Qué tipos de lenguaje son los más usados, y cuáles están tendiendo a desaparecer?, ¿Qué opináis sobre la eficacia del llamado “lenguaje inclusivo”, y qué se persigue realmente con su uso?

Ya estamos en la recta final de este 2022, apenas faltan 24 horas para la última noche del año. Esta es quizá una de las celebraciones más especiales y simbólicas a nivel mundial. La Nochevieja trae consiga muchas emociones, es una mezcla de melancolía por lo que ha quedado atrás, de alegría por seguir compartiendo la fiesta con los que queremos, y por supuesto, de esperanza, ya que el marcador se vuelve a poner a cero y todos volvemos a tener buenos propósitos para el Año Nuevo. De todos es sabido que esas buenas intenciones, a menudo se quedan sólo en eso, porque los cambios no suelen ser fáciles, pero lo cierto es que cuando se acerca la media noche del 31 de diciembre, cuando después de la cena preparamos nuestras uvas y las copas para brindar, la esperanza nos inunda, y por un momento, y como si fuera magia todos creemos que el nuevo año será mejor. Hoy nos gustaría celebrar con vosotros nuestra fiesta de pre-Nochevieja repasando esos buenos propósitos para el nuevo año, las más famosas tradiciones de Nochevieja, o los recuerdos de vuestros fines de año favoritos, entre otros. ¿Es necesario hacer buenos propósitos para el Año Nuevo?, ¿Son una especie de herramienta para motivarnos y mejorar?, ¿Sois de los que seguís algún tipo de ritual, además de comeros las uvas?, ¿Os gusta más cenar en vuestra casa, en la de un familiar, o en un restaurante?, ¿Sois de cena tradicional que se repite todos los años o vais innovando?, ¿Os gusta vestiros de forma especial aunque cenéis en casa?, ¿Qué acostumbráis a hacer tras la cena (ver televisión, charlar, salir de fiesta, juegos de mesa, ver películas, mensajearos o hablar por teléfono con amigos y familiares)?, ¿Tenéis una Nochevieja que recordéis con especial cariño?

Desde hace ya varias semanas, los belenes, abetos, luces, y demás adornos navideños inundan nuestras calles y hogares. Un año más y casi sin darnos cuenta ha empezado la cuenta atrás para volver a celebrar las tradicionales fiestas de Navidad. Si bien estas fechas no se festejaban de igual manera en todos los países, obedeciendo ello a los diferentes criterios culturales y arraigos religiosos de cada uno de ellos, lo cierto es que en la actualidad y posiblemente a causa de la globalización, en todos los lugares, y salvo por algunas peculiaridades, se celebran de forma muy parecida. En el caso de España, y a pesar de que aún se conservan muchas tradiciones de antaño, también el paso de los años ha ido introduciendo notables cambios en nuestras costumbres. Esta noche, además de desearos unas felices fiestas en paz y armonía con vuestras familias y amigos, y por supuesto, con nuestra compañía incondicional a través de de radio y redes sociales, os invitamos a participar en nuestro programa especial Navidad. Hoy hablaremos de las diferencias y similitudes entre la Navidad de antes y la de ahora. ¿Se felicitan las fiestas de forma diferente?, ¿Sois más de Belén, de árbol, de ambos, o preferís no decorar?, ¿Se cometían más excesos culinarios?, ¿Se comían o cenaban las mismas cosas que ahora?, ¿Tomamos las mismas bebidas y cócteles?, ¿Se anticipaban las compras navideñas?, ¿Son los paquetes y cestas de Navidad una especie en extinción?, ¿Quién os traía los regalos?, ¿Qué cosas especiales hacíais y hacéis en Navidad?

Hace tan solo unos meses y en plena ola de calor, el Gobierno aprobó por decreto un paquete de medidas urgentes de ahorro energético en las que se imponía a comercios, cines, teatros, estaciones, aeropuertos, y establecimientos de hostelería el apagado de sus escaparates y la insufrible subida del aire acondicionado a niveles en los que a algunos les tocó sudar la gota gorda. Ahora, y con el invierno a la vuelta de la esquina, vuelve a la carga con una absurda y seguro que costosa campaña publicitaria, y en la misma se atreve a acusar a los ya muy castigados ciudadanos de ser unos despilfarradores. Este despropósito publicitario se materializa a través de un vídeo y una web, que como siempre, pagaremos con nuestros impuestos. Y por si resultara poco, en el anuncio se toman la licencia de acusarnos de tener malos hábitos, tildándonos de derrochadores, hasta el punto de asimilarnos con adictos, y denominarnos como: «Derrochólicos». Lo cierto es que en su día, el plan de ahorro energético de la Comisión Europea en previsión de posibles cortes de suministro, no fijó límite alguno, ni para aire acondicionado, ni para calefacción, ni siquiera, incluyó medida alguna relativa al apagado de escaparates de los comercios. Tan solo se limitó a recomendar unos ajustes razonables, sin atreverse a dictar normas concretas, dado que consideraba que el enfoque para conseguir el objetivo común de ahorrar energía podía ser muy diferente de unos Estados a otros, y por tanto no era pertinente entrometerse y hacer imposiciones. Esta noche, además de comentar ésta y otras noticias de actualidad de la semana, trataremos sobre la “intromisión”, intervenciones no solicitadas, inoportunas, e incluso ilegales en asuntos ajenos, es decir, cuando las personas o las instituciones se meten en lo que no las llaman o se inmiscuyen en lo que no les corresponde. A nivel particular, ¿Todos llevamos un entrometido dentro?, ¿Cuál es el origen o lo que mueve a que cierta gente sea entrometida, (menosprecio de las habilidades ajenas, necesidad de influir en los demás, de aceptación, etc.?, ¿Os habéis encontrado mucha gente entrometida en vuestra vida (familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, jefes, etc.?, ¿Cómo habéis actuado o reaccionado ante este tipo de perfiles?, A nivel institucional, ¿consideráis que el gobierno está llevando a cabo una intromisión en nuestras vidas privadas?, ¿Hay un afán por controlarnos en todos los ámbitos, incluso a nivel mental?¿Dónde queda nuestra libertad para decidir y autogestionarnos a nivel particular y doméstico?, Está un gobierno legitimado para entrometerse en todo tipo de asuntos o podemos interpretarlo como abuso de poder?, ¿Os parecen apropiadas este tipo de campañas publicitarias?