Las Máscaras de Nyarlathotep - Roko - Episodio 86 - Capitulo Quinto 556636

Bienvenidos a Horror Cósmico, el podcast de rol que te hará perder cordura.

La primera imagen que vamos a ver en esta sesión de las máscaras de Niela Totem es uno de esos insectos, de esos insectos zancudos que flotan encima del agua.

Estamos viendo muy de cerca con esa larga pata que duplican el tamaño del cuerpo y cómo se posan en el agua, haciendo que esa superficie del agua se doble lo mínimo para aguantarle sin que esas patas se hundan en el agua. Ese insecto flota tranquilo. Podemos escuchar los pájaros y el agua de una de esas fuentes que corre cuando de repente una sombra negra del fondo del agua, del estanque, se acerca a ese insecto y a una velocidad endiablada salta, atrapándolo con sus fauces, una enorme carpa de decenas de colores que vuelve a caer al agua.

Ese lago, ese estanque que parecía un espejo, después del salto de esta carpa, se vuelve turbio y cuando se vuelve a quedar y lompar y podemos ver como si fuera un espejo otra vez, a través de él, que me estoy liando mucho, lo siento, podemos ver la figura de dos hombres, dos hombres de Madame Lin, junto a la puerta de la habitación. Quiero recordar a Isogue.

Esos hombres están tatuados, con el pelo completamente afeitado. Llevan porras en su cintura. Uno, el que está junto a la puerta, habla con Isogue, mientras el otro tiene los brazos cruzados sobre su pecho. Madame Isis desespera. Quiere verlos, a todos, ahora mismo.

—Sin problema. Llamaré a los demás. Él se queda en la puerta, esperando. No se va.

—Aviso a los demás. Chicos, Madame no requiere que se quede la niña aquí.

—De acuerdo, pero nos va a preguntar lo de siempre, que cuándo vamos a ir a la isla, y no tenemos una respuesta. —Pues, saldremos del paso, diremos que vamos, y ya improvisaremos, y si vemos que no es seguro. Pero es cierto que no podemos dar las más largas.

—De acuerdo. —Miro a la niña, me bacho, digo, quédate aquí, no hagas ruido, no saben que estás aquí.

De hecho, no sé ni si te están buscando, pero por si acaso no hagas ruido, ¿vale? —Vale. Y Ming se inclina en una reverencia y busca un espacio para ocultarse.

—Miro a los demás y los asiento con la cabeza y digo, vamos.