Martes de la 3ª semana de Pascua ( ciclo C ) 4o454t

Martes de la tercera semana de Pascua. El Evangelio es Juan 6, versículos del 30 al 35. Estamos ya inmersos en pleno discurso del pan de vida que Jesús pronunció después del milagro de la multiplicación de los panes. La liturgia lo va a ir desgranando en los próximos días y en el día de hoy el gentío le dirige a Jesús esta pregunta ¿y qué signo haces tú para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Por lo tanto se le pide un signo. Atención a esto, nuestros padres comieron el maná en el desierto como está escrito, pan del cielo les dio a comer.

Jesús le replicó, en verdad en verdad os digo no fue Moisés quien nos dio pan del cielo sino que es mi padre el que os da el verdadero pan del cielo porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Para los judíos el signo del maná había sido un gran signo. Imaginaros lo que era atravesar el inmenso desierto del Sinaí sin tener alimentos y sin bebida. ¿Cómo poder hacer una cosa así? Un pueblo entero. Sí, ciertamente el signo que se narra en el libro 16 del éxodo es un gran signo, el del maná, pero Jesús dice pero ese no es el signo definitivo. El signo definitivo lo va a dar Jesucristo.

Los cristianos de hecho han leído, han reinterpretado lo que aconteció en el maná como un adelanto, como una metáfora de lo que iba a acontecer en Jesucristo.

Para los cristianos el maná fijaros no sino un símbolo de la Eucaristía porque salir de Egipto es la imagen de romper con la esclavitud el pecado. Pasar el mar rojo para los cristianos es el bautismo. El paso por el desierto es la vida humana, el tránsito de la vida humana y llegar a la tierra prometida es llegar al cielo. Ahora bien, ¿cómo poder hacer ese tránsito, ese paso por el desierto, el tránsito de la vida humana sin alimento? Pues ese alimento es la Eucaristía.

La Eucaristía es el alimento para el camino, es el viático, el alimento para nuestro camino y al igual que el pan simboliza el alimento del cuerpo, el pan de vida simboliza la vida divina que Dios nos da. Por eso el Evangelio de hoy concluye diciendo, Señor, danos siempre de ese pan, le dicen y Jesús contesta, yo soy el pan de vida, el que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed. Por lo tanto el que se alimenta de Cristo de la Eucaristía antes de llegar ya a la meta, a la tierra prometida, ya goza de esa presencia de Dios plenamente en su vida. La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.