Magallanes EL viaje y la aventura capítulo 5 67i1r

Cautivo y desarmado el ejército rojo han alcanzado las tropas nacionales.

Diputados, hay un teniente coronel que con una pistola sube hacia la tribuna, en estos momentos apunta...

Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática y en estas circunstancias quiero dirigirme directamente a todos ustedes.

Esto es Historias de la Historia, dirige y presenta Fernando Lumbreras.

¿Qué tal amigos? Buenas noches y bienvenidos una semana más aquí a Historias de la Historia, sintonía de Viva Radio, pero también estamos en el podcast y en todos los espacios en esas subwebs amigas a las que nos gusta llegar. Y venimos desde hace casi un mes, un mes largo, hablando de un viaje fantástico, de una odisea increíble que llevó al ser humano a circunnavegar el mundo por vez primera.

Y viaje largo merecía que nos detuviéramos en detalle a contar esta historia. No podéis hacer idea de las cosas que os estamos preparando, que vienen cosas muy chulas, que vienen historias increíbles, increíbles, de las que iremos dando cuenta de ellas. Así que, bueno, pues nos quedamos con el quinto episodio de Magallanes, el viaje y la aventura y nos encontramos la próxima semana aquí en Historias de la Historia. Muchas gracias. Buenas noches.

Magallanes, el viaje y la aventura. Una serie original de Viva Radio escrita y dirigida por Fernando Lumbreras. Capítulo cinco. El Océano Pacífico, antes llamado el Mar del Sur, es la extensión de agua salada más grande del planeta. Ocupando un 32% de la superficie de la Tierra, esta casi infinita llanura de agua se convirtió en la trampa mortal de un gran número de marineros de la ya diezmada flota de Magallanes.

Y es que las tres embarcaciones no encontraron ni un solo islote en el que poder desembarcar y aprovisionarse hasta llegar a la hoy Isla de Guam, entonces bautizada como la Isla de los Ladrones en el archipiélago de las Marianas. Pero hasta alcanzar aquellas latitudes, el hambre y las enfermedades se habían apoderado de gran parte de la tripulación.

La comida se fue agotando poco a poco, quedando para comer restos de alimentos putrefactos, serrín o el cuero que se ponía en los mástiles para evitar que las cuerdas se desgastasen con el continuo roce. Escribe Antonio Pigafetta unas líneas en el diario de navegación capaces de dejar sin aliento a cualquiera.

La galleta que comíamos ya no era más pan, sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda. Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de piel de vaca que cubrían el mástil mayor a fin de que las cuerdas no se estropeen contra la madera.

Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín. Y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas. Y no era todo. Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes se rompieron.