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Melodías o Melocuentas
"Juego de niños", de Guillermo Quesada

"Juego de niños", de Guillermo Quesada 356g4y

2/6/2025 · 24:37
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Melodías o Melocuentas

Descripción de "Juego de niños", de Guillermo Quesada 5u6969

Nuestro amigo Guillermo Quesada nos deleita esta vez con un relato de acción realista y supervivencia repleto de una profunda carga filosófica. Acompaña a Ismael y su equipo de mercenarios a un mundo donde la ética no existe y donde cada vida vale el precio de una bala. Para una experiencia más inmersiva, recomendamos el uso de auriculares. Texto: Guillermo Quesada Locución: Aitor Bertomeu Tratamiento sonoro: Helder Santos Imagen de Kaboompics.com Podéis adquirir el recomendadísimo libro de relatos "Uno de cada" de Guillermo Quesada, del cual "Juego de niños" forma parte, en el siguiente enlace: https://edicioneslapalma.com/inicio/235-uno-de-cada.html 6u3u4v

Lee el podcast de "Juego de niños", de Guillermo Quesada

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Ismael tenía 22 años, tantos como misiones a sus espaldas.

Era una cifra respetable, sin duda. Casi nadie a su edad podía alardear de haber pisado los cinco continentes, ni de haber protegido a magnates multimillonarios, asaltado residencias presidenciales, borrado como si nunca hubiesen existido un par de aldeas amazónicas, o reducido a escombros la fortaleza de algún narco. Muy pocos con sus mismas primaveras podían presumir de tres costillas rotas, quemaduras de segundo grado en la pierna derecha, numerosas cicatrices por metralla enemiga y tres heridas de bala.

A cambio, había quitado la vida en 46 ocasiones, 39 de ellas de disparo cértero, seis con arma blanca y una única vez, la más escalofriante, con sus propias manos. Desgraciados, hombres, mujeres, niños.

Se había mandado al otro barrio sin saber si lo merecían o no, sin remordimientos de conciencia. Ismael tenía 22 años.

¿Todo ok, Ismael? El acento descubría a Hugh hasta en frases tan cortas como aquella, revelando su origen anglosajón.

Sí, Hugh, everything is tranquilo aquí, no problem.

Respondió Ismael mientras se ajustaba el pequeño auricular.

Perfecto. Ah, hablas peor inglés que yo español, Kant. Stop it, please.

Ambos rieron de buena gana. Entre la pila de bastardos que formaba aquella compañía de mercenarios, Hugh era de largo quien mejor le caía. Y tenía razón en lo que decía, su inglés era horrible. Pero poco importaba, ya que la mayoría latina, especialmente debido a la ingente cantidad de sudamericanos, había hecho que el idioma oficial de la guerra privada a pequeña escala fuera el español. Los demás se habían adaptado a regañadientes, aprendiendo marchas forzadas y soportando con estoicismo las continuas burlas de los hispanos.

Aunque la alternativa, por otro lado, era la incomunicación y la muerte.

Demasiada tranquilidad, Rodríguez, demasiada. Tanta que te duermes y terminan por jodernos a todos. Ismael no había visto llegar a Jacinto, su superior. Cuando quiso darse cuenta, lo tenía al lado, hablándole con una sonrisa arrogante. Llamaba a todos por su apellido, quizás con la intención de darle a sus órdenes un aire más formal, más militar.

—Lo siento, señor. Este sol, tanta arena, este paisaje me aburre. Llevo cuatro días patrullando y no parece que... —¡Pinche puto! —lo interrumpió Jacinto. —Abre los ojos o nos matarán a todos. ¿De qué sol hablas? ¡Estás en el desierto, imbécil! Las montañas de arena cambian delante de ti y ni te das cuenta. Cambian, Rodríguez, acercándose y alejándose, ofreciendo escondites a los chacales que vienen a cogerte el culo.

No lo olvides. Jacinto, el azteca, se alejó en silencio, tal y como había llegado. Ismael lo observó con desprecio, regodeándose en su nuca y fantaseando con un tiro limpio que le cerrara el pico para siempre. Aquello supondría su expulsión de la compañía y quizás su propia ejecución, pero el placer de despachar a semejante cabrón casi merecía la pena.

No obstante, él no era un sádico, no mataba si no era por trabajo.

Aún en la locura de la guerra, únicamente apretaba el gatillo para salvar su vida o la de sus compañeros. Obtenía placer en la victoria, no podía negarlo, pero no se recreaba en ella como había visto hacer al propio azteca, capaz de vaciar el cargador de su AK-47 en la boca de un enemigo, haciendo saltar cerebro, ojos, lengua y dientes como pulpa madura.

La risa de Hiok lo sacó de su ensimismamiento.

-"The Azteca pissed you off, eh, Ismael?" Había dejado la línea de comunicación abierta y el inglés se había enterado de todo.

-"Sí, Hiok, ese cabrón es un tocacojones, un...

...ballbreaker?" -"Exacto, exacto. Pero no te preocupes, solo palabras.

Cuando todo empiece, él estará de tu lado." Porque tarde o temprano empezaría. Ismael intuía que todo estallaría en unas horas, cuando ese limbo de luz y sombra que provoca la batalla entre el día y la noche ofreciese una oscuridad suficiente para camuflar la aproximación enemiga, pero también la visibilidad necesaria para asaltar el pequeño puesto de comunicaciones donde se encontraban atrincherados, esperando.

La misión era bien sencilla, resistir y repeler el ataque. Según el informe, aquel lugar tenía importancia geoestratégica en el conflicto... ¿De qué país? ¿Turkmenistán? ¿Tayikistán? Lo había olvidado tras leer el informe. Solo sabía que terminaba en tan, y que seguirían pasando hambre y miserias cuando él lo abandonase. También sabía que sus enemigos estarían previsiblemente mal armados y equipados, que serían más, superándolos en una relación de tres a uno, y que huirían como perros al menor atisbo de derrota. En resumidas palabras,

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