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Infernum Z
Infernum Z - Libro 2 - La batalla de San Cabritos - 003

Infernum Z - Libro 2 - La batalla de San Cabritos - 003 1jz1c

10/9/2023 · 52:53
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Tras la repentina retirada de la horda zombi que mantenía sitiada la ciudadela de Puebla de Sanabria, justo cuando la caída de la ciudadela parecía ya inevitable, nuestros amigos mantuvieron una inesperada reunión con el ahora coronel del CNI Pérez. El mismo hombre que hasta que la infección se descontroló había sido el oficial a cargo de la investigación sobre las masacres ocurridas en San Facundo y Santa Marina, y de las de las que, tras haber secuestrado un autocar lleno de pasajeros se entregaron a la policía con la esperanza de que sus explicaciones sobre lo que realmente había ocurrido en los dos pueblos fueran suficientes para exonerarlos de toda culpa. Pero no fue así. Durante tres interminables semanas el por entonces capitán Pérez les sometió a continuos interrogatorios en los que todo el grupo se reafirmaba una y otra vez en su versión de lo ocurrido y en que en vez de estar perdiendo el tiempo con ellos, la policía haría bien en ocuparse de buscar a Ferranzo antes de que pudiese expandir la infección. Sin embargo, cuando Pablo, al que la policía consideraba el líder de una especie de secta satánica, se dio cuenta de que la infección se había extendido camuflando sus primeros síntomas con lo que todo el mundo consideraba que era una anómala, pero de ninguna forma preocupante “gripe de verano”, ante la sorpresa de Pérez se ofreció a firmar una declaración de culpabilidad a cambio de que él y sus compañeros fueran inmediatamente llevados a “la zona cero” para realizar una reconstrucción de los hechos. Lo que aconteció después es de todos conocidos. Cuando la policía les escuchó decir que habían encerrado a algunos supervivientes de la masacre en un viejo bunker subterráneo situado bajo un campo de trigo, intentaron acceder a la base subterránea en la que Ferranzo había pasado ochenta años confinado y se encontraron con los zombis que Ferranzo había dejado en su interior para asegurarse de que nadie que llegara hasta ella sobreviviera. Tras haber masacrado a todos los que se encontraban dentro de la zona acordonada, los zombis llevaron la muerte más allá de ella al mismo tiempo que el virus entraba en su última fase de mutación y por toda la meseta comenzaban a darse los primeros casos de infectados que atacaban violentamente a todo aquel que se ponía a su alcance. A ello le siguió el caos absoluto, la anarquía, el cierre perimetral de la meseta y el abandono de todos los que no había podido ser evacuados antes de la instalación de las torretas de fuego automático que la OTAN, bajo el auspicio de la ONU y de la OMS, había decido situar alrededor de toda la zona de cuarentena con el fin de evitar que virus pudiera salir de ella. Pero no lo consiguieron. Así que, tras “arreglar cuentas” con él, y dejarlo tirado en el suelo con la nariz rota, decidieron abandonar Puebla de Sanabria antes de que Pérez ordenase su captura. Y gracias a la inestimable ayuda del teniente Roberto, ellos y los supervivientes que habían recogido durante el trayecto a Sanabria, se unieron a una patrulla y, con la esperanza de encontrar a Sofía, la única integrante que permanecía desaparecida, pusieron rumbo a Ciudad Rodrigo. Pero en esta historia, nunca nada es tan sencillo como debería de ser. Ferranzo les lleva meses de ventaja. Y tampoco se ha olvidado de ellos. Lleva meses aguardando ese momento. Para ser exactos, desde el mismo instante en que Maruja le clavó el cuchillo en el cuello y consiguieron escapar de su emboscada en el cementerio, lo que quiere decir que ha dispuesto de mucho tiempo para planificar su venganza. Él sabe que antes o después caerán en su trampa, y ellos saben que antes o después llegará en momento de la suya. Son dos locomotoras circulando a toda velocidad sobre un laberinto de vías y que, a pesar de ser conscientes de que antes o después colisionarán, siguen adelante porque anhelan que llegue ese instante. asistir a la muerte del rival aunque sepan que hacerlo conllevará la suya propia. 1c3k48

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Capítulo tres lobos y mentiras carretera citada seiscientos treinta y dos lobeznos cuando desde el primero de los dos blindados que componían la patrulla de reconocimiento de sanabria avistaron la entrada del pueblo de lobeznos el sargento marcos castañón torció el gesto al distinguir que a unos doscientos metros por delante de ellos el suelo parecía adquirir un inquietante tono parduzco que daba la impresión de que alguien había intentado pavimentar loco adoquines rojizos y bolsas de sangre mario empieza a reducir la velocidad y prepárate para detenernos en cuanto yo te lo diga previno al conductor a la orden sargento respondió éste al mismo tiempo que el sargento se agachaba dentro del bm para avisar a roberto teniente creo que será mejor que le eche a usted un vistazo a ese pueblo antes de que lo crucemos que pasa es que has visto algo raro contestó apartando momentáneamente el mapa en el que estaba revisando la ruta y asomándose a la escotilla sí yo diría que hay delante sí que hay algo un poco inquietante respondió el sargento con el tono seguro que únicamente concede la experiencia de aquel que ha vivido mil veces una misma situación y es que aquella no era la primera vez en la que el sargento marcos se encontraba con aquel extraño y súbito cambio de color en el asfalto a la entrada de una localidad o una zona densamente poblada desafortunadamente ya eran demasiadas las ocasiones en las que lo había vivido y por muy insensible que pudiera sonar lo cierto es que marcos se había acostumbrado a ello quizás precisamente por eso ya no le prestaba más atención que la correspondiente al rutinario proceso de observar y analizar una situación que para alguien normal podría resultar como mínimo traumática ah y que sin embargo para el suboficial al mando de una unidad habituada a realizar prácticamente a diario misiones de búsqueda y rescate de supervivientes se había convertido en algo tristemente habitual casi se podría decir que incluso anodino pero es que en realidad todos los tripulantes de aquel blindado estaban más que acostumbrados a toparse de frente con los res dos de las brutales carnicerías que los zombis causaban a su paso por lo que sus estómagos ya no se retorcían al contemplar los restos de cuerpos desparramados por las calles aunque sin embargo como se suele decir la procesión va por dentro y marcos jamás podría olvidar la primera vez que tuvo que enfrentarse a aquel tipo de horror ocurre en el centro de zaragoza habían recibido órdenes de dirigirse a la plaza del ayuntamiento para proceder con la evacuación de varios funcionarios municipales y concejales que llevaban un par de días atrapados en el interior de la casa consistorial y que únicamente estaban siendo protegidos por un reducido grupo de policías municipales y nacionales así que tras abrirse paso a través de los numerosos grupos de infectados que llenaban las calles de atravesar las barricadas levantadas a toda prisa por los ya desaparecidos defensores y de apartar sin miramientos las docenas de vehículos abandonados o accidentados que colapsaban los s consiguieron sortear todos los obstáculos y alcanzar la plaza para únicamente cerciorarse de lo mismo que quienes les habían ordenado ir ya suponían que no quedaba nadie con vida al que poder rescatar las puertas del ayuntamiento se encontraban abiertas de par en par y a lo largo de los escasos treinta metros que separaban el edificio de un grupo de abandonadas furgonetas de la policía alrededor de una veintena de cuerpos totalmente destrozados daban fe de que habían llegado demasiado tarde todo parecía señalar que cuando aquellos desgraciados llegaron a la errónea conclusión de que nadie iría a rescatarles intentaron alcanzar los coches a la desesperada hay como en tantas otras ocasiones sucumbieron entre las garras y las mandíbulas de los centenares de zombis que les aguardaban en el exterior pero afortunadamente para su estabilidad mental y sobre todo para su estómago desde aquella traumática escena ya habían transcurrido cerca de cinco semanas y hoy por hoy ya nada parecía afectar ni al sargento marcos ni a sus hombres cada vez que marco se subía a su blindado y salía de emisión era plenamente feliz porque al menos hasta aquel momento no se habían reportado informes de que los zombis hubieran logrado acabar con la tripulación de ningún vehículo blindado aunque sí que se sabía que a muchos de ellos cuando las ruedas se les habían quedado atascadas en los resbaladizos barrizales de carne aplastada y sangre formados por centenares de cadáveres destrozados no les había quedado más remedio que ser remolcados por otros vehículos pero eso nunca le había ocurrido a él entre otras cosas porque siempre estaba atento y pe pendiente de por dónde se metía y porque nunca se alejaba de su vehículo más de lo que era estrictamente necesario tanto para él como sus hombres en un mundo en el que imperaba la muerte su poderoso blindado era el mejor seguro de vida si quizás sería buena idea que nos detuviese mos y echásemos un vistazo antes de atravesar el pueblo acepto roberto quien estaba contemplando con inquietud los cadáveres que

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