Implosión 66n4l

Soy Toé, Toé Morán.
Si alguna vez hubo algo bueno en mí, si amé, si quise ganar o perdí,
si desesperé y erré caminando en el calvario, no lo escribí en ningún diario, sepa usted.
En el silencio de la tarde que lleva tu nombre, escribo palabras vacías y pretendo ausentarme.
De mis miedos y manías, paseando por las calles desiertas, de la melancolía que arde.
Yo te esperaré siempre, acodada en el mirador del tiempo, veré pasar tu nombre.
El eco de mi voz, traspasando el horizonte, será nuestra frontera, nuestra orientación
al norte.
La blanca carretera, las blancas cimas, la soledad de la encina, serán nuestras fortalezas.
Y cuando nos visiten las tristezas del azul que se disipa, acudiremos a las rarezas de
nuestra poesía escrita.
Yo tengo un amor con quien viví una vida y estoy viviendo su muerte.
Llegó la muerte a esta casa y no se va, maldita sea mi suerte escasa, no hay dos sin par.
Espera que yo me raje, no me atreva y me desguace para salir a cazar.
Está un niño dormido con un ojito abierto de oído, todavía le puedo acariciar.
Es tan suave y tan bonito, como la espuma del mar, que se marcha de a poquito, sin que
la puedas parar.
Tuve la idea genial de quererte sin igual y juré nunca perderte, y ahora te asedia
la muerte y mi espada es de cristal contra ella y contra el mal de la vida y de tu suerte.
Te tengo que acompañar, segura, fuerte y cabal, hasta el último suspiro que sueltes.
Me di por vencida antes de empezar, ahora juro por mi vida que no te pienso dejar en
más manos que las mías.
El alma no se echa a llorar.
Todo lo que te amé, todo lo que te amo, no puede morir jamás, aunque vivamos separados.
Que la muerte de la carne no es la misma muerte que la del espíritu.
Amor mío, duerme, que ya es tarde mi niño.
Yo te esperaré siempre, acodada en el mirador del tiempo, veré pasar tu nombre.
El eco de mi voz, traspasando el horizonte, será nuestra frontera, nuestra orientación
al norte.
La blanca carretera, las blancas cimas, la soledad de la encina, serán nuestras fortalezas,
y cuando nos visiten las tristezas del azul que se disipa, acudiremos a las rarezas de
nuestra poesía escrita.
Sucedió una tarde en que no sucedía nada, como tantas otras tardes, como suceden las
cosas que nunca se olvidan, por más que las calles.