Horror en el Orient Express. Sesión 42. Capítulo 7 (La Verdadera Forma de Dios. Una sombra en las llamas) 374ca

Bienvenidos a Horror Cósmico, el podcast de rol que te hará perder cordura.

Vamos a empezar la sesión número 42 de Horror en el Orien Express.

Capítulo 7. La verdadera forma de Dios.

Nadie se libraba de participar en el dolor. En los callejones, en los pasajes, en las calles, en los templos. Las quejas, llantos, lamentos, pesar. Los gemidos de los hombres, los gritos de las mujeres. Violación, heridas, cautiverio.

La separación de los más estrechamente unidos. Los nobles se preguntaban ignominiosamente.

Aquellos de edad venerable lo hacían en llanto. Los ricos en la pobreza.

Así fue en las calles, en las esquinas, en el templo.

No había lugar que pudiera dar asilo o defender a los suplicantes.

Todos los lugares estaban llenos, por todas partes, de todo tipo de maldades.

¡Oh, Dios inmortal! ¡Cuán grandes aflicciones de los hombres! Gran reverencia de angustia. Por todos lados se oían lamentos y quejidos.

Y si cualquier objeto excelente se ocultaba en lo más recóndito del cuerpo.

Se perpetraban indecencias. Los malhechores y revoltosos atentaban contra la naturaleza misma. Masacraron a los recién nacidos.

Mataron a las prudentes matronas. Desnudaron a las ancianas y provocaron la indignación de las damas de avanzada edad. Torturaron a los monjes, a quienes golpearon con sus puños. Y patearon en sus barrigas, desangrando y aporreando sus venerados cuerpos con fustas.

La sangre de los mortales fue derramada sobre los altares sagrados.

Y fueron muchos los que fueron arrastrados a ellos como ovejas para ser decapitados.

En lugar del Cordero de Dios, que se sacrificó por la salvación del mundo, y sobre las tumbas santas, aquellos malditos dieron muerte.

A los inocentes. Estas palabras, escritas por aquellos que contemplaron el horror, nos ha llegado a nosotros.

Como un eco de siglos. Cómo avanza la historia, si no a golpes de martillo. Un martillo que de vez en cuando aplasta.

Y entre las esquirlas, entre la escoria, de lo que queda, vive en suficiente para escribirlo. El eco de esas palabras nos llega desde siglos distantes. Y si nos adentramos en ellos, podemos contemplar esa Constantinopla, asediada, atacada y destruida, en aquel año de 1204. Las grandes obras de los grandes autores griegos, Eurípides Sofía.