Eragon Parte 1 Libro primero de la Saga El legado Narracion Voz Humana 1z6l2x

Eragoth. El viento bramaba en plena noche, transportando un aroma que cambiaría el mundo.

Sombra holisqueó el aire. El ser, casi humano, con pelo carmesí, los ojos de color granate, parpadeó. Estaban allí. ¡Ocúltense entre los arbustos! Dos eúrgalos, que llevaban espadas cortas y escudos de hierro redondos, se pusieron en movimiento. Parecían hombres, aunque tenían las piernas arqueadas, los brazos gruesos y brutales, y unos cuernos retorcidos que les salían por encima de las pequeñas orejas. ¡Prepárense! murmuró. Tres caballos blancos, con sus respectivos jinetes, avanzaban a medio galope hacia la emboscada. En el primer caballo iba un elfo de orejas puntiagudas y elegantes cejas arqueadas.

Llevaba un imponente arco colgado a la espalda, una espada a un lado y un carcaj con flechas al otro. El último jinete sostenía una lanza en la mano derecha, una daga blanca en el cinturón, y se cubría la cabeza con un casco labrado de amparo y oro. Entre ambos, cabalgaba una elfa de cabello negro. Los penetrantes ojos de la mujer brillaban con una fuerza tremenda. Llevaba una espada a un lado, un gran arco, un carcaj a la espalda y una bolsa sobre el regazo que vigilaba con insistencia, como si quisiera constatar que seguía allí.

Sombra ya estaba saboreando su victoria, cuando el viento cambió de dirección y comenzó a soplar hacia los elfos, llevando el hedor de los úrgalos. Los jinetes detectaron el olor, obligando a sus corceles a dar vueltas, alecándose en veloz galope. Sombra saltó, levantó la mano derecha y gritó. Un rayo rojo le brilló en la palma de la mano en dirección a la elfa, golpeando el caballo y consiguiendo que el animal cayera de bruces.

La elfa saltó del corcel a una velocidad increíble.

Sombra gritó.

¡Es a ella a quien quiero! Mientras los Úrgalos corrían entre los árboles, Sombra levantó una mano y gritó.

¡Poet, dista el Rey! Un anillo de fuego de casi tres kilómetros formó una corona turbulenta apoyada sobre el bosque.

La dama corría vertiginosamente.

Sombra dio un salto y aterrizó con agilidad delante de ella.

La elfa lo esquivó volviendo al sendero.

Los monstruos rodearon a la mujer.

La elfa se detuvo con majestuoso desprecio.

Sombra se acercó a ella con la mano levantada.

¡Atrápela! Mientras los Úrgalos se abalanzaban, la elfa abrió la bolsa, metió una mano dentro y dejó caer la bolsa al suelo.

La mujer sostenía en la mano un gran zafiro que reflejaba la iracunda luz de los fuegos.

Elevó la gema pronunciando frenéticas palabras.

¡Cárcela! Espetó Sombra desesperado y lanzó hacia la elfa una llamarada roja.

Pero era demasiado tarde.

Un resplandor esmeralda iluminó el bosque y el zafiro desapareció.

El fuego rojo golpeó a la elfa y ésta se desplomó.

Sombra aulló furioso.

Disparó rayos de energía con la palma de la mano con los que mató al instante a los Úrgalos y se acercó a grandes pasos hasta la elfa.

Confirmó que el zafiro había desaparecido y fue a buscar su caballo.

Tras atar a la elfa a la montura, subió al corocel y salió del bosque.

Fue apagando el fuego a su paso, pero dejó que se quemara el resto.

Una nube plateada cuyos bordes brillaban bajo la luz rojiza que derramaba la luna llena flotaba sobre las montañas que rodeaban a Eragón.

Eragón tenía quince años, de modo que solo le faltaba uno para ser todo un hombre.

Unas oscuras cejas le enmarcaban los cinteños.