Episodio 37. ¿Por qué nos obsesionamos? 1q3i5p

Hola, me llamo Natalia Montoya Nasser y esto es Psicolabys, tu espacio sobre salud mental.

Hoy vamos a hablar sobre algo que en algún momento de nuestra vida todos hemos experimentado, las obsesiones. Comenzamos. A veces hay ideas o pensamientos que se agarran a nuestra mente como un chicle en la suela del zapato. Por más que tratamos de ignorarlas, ahí siguen pegadas a nuestra mente. ¿Pero por qué nos pasa esto? ¿Qué significa realmente obsesionarse? Pues la palabra obsesión viene del latín obsesio, que significaba asedio o bloqueo.

Se usaba en contextos militares para describir cuando un enemigo rodeaba una ciudad y no la dejaba en paz. Curioso, ¿no? Porque así es como se siente una obsesión mental, un pensamiento que te asedia y no te da tregua. De hecho, para tener una definición clara, son esos pensamientos, imágenes, ideas, impulsos, que se nos repiten una y otra vez, como esta canción molesta del verano que no para de sonar en nuestra cabeza hasta octubre.

Las obsesiones tienen algunas características propias, unas principales que son intrusivas.

Esto significa que llegan a nuestra mente sin que las invitemos. Son repetitivas, o sea que se repiten más que el salmorejo. Otra característica es que generan ansiedad, angustia, generan malestar emocional. Y, por último, son irracionales. A menudo, son pensamientos que no tienen mucho sentido. ¿Cómo revisar diez veces si cerraste la puerta, y luego dudar si revisaste las diez veces? Imagina que conoces a alguien y te gusta, comienzas a pensar en esa persona todo el tiempo, recreas las escenas en tu cabeza, revisas sus redes sociales, analizas cada mensaje que te ha mandado, pones locos a tus amigos con el tema. Si no respondes rápido, entras en modo ansiedad. Los pensamientos sobre esa persona te consumen, y tu mente no deja de darle vueltas a lo mismo. Pues esto es una obsesión.

La obsesión generalmente tiene una función adaptativa. En la prehistoria, obsesionarse con peligros podía salvarnos la vida. Si no nos obsesionábamos con el león, probablemente éramos sucena. Pero claro, hoy en día las amenazas no suelen ser animales salvaje acechando, sino más abstractas. Nuestras relaciones, nuestras inseguridades, y claro, aquí no resultan tan necesarias. Por ejemplo, si te obsesionas con perder tu trabajo, esto podría empujarte a ser más responsable, a tener actitudes más proactivas en el trabajo… Pues hasta aquí bien. Pero si esa idea nos acompaña a la cama, al desayuno, a la ducha… pues ya no es tan útil, porque en lugar de actuar, nos paraliza.

Ahí es cuando la mente se vuelve como un jefe exigente que nunca se calla. Y claro, cuando una obsesión se alarga, muchas veces se transforma en algo aún más enredado. La rumiación. Rumiar es un proceso mental repetitivo por el que nos quedamos dando vueltas a un pensamiento o a un problema sin llegar a soluciones concretas.

Es como tener un hámster mental corriendo en una rueda, pero sin llegar a ningún sitio. Entramos en un bucle de análisis, de sobrepensar, y cuanto más pensamos, menos resolvemos. Y si le subimos el volumen, entramos en rumiación obsesiva. Pensamientos irracionales, constantes, incontrolables, que nos afectan emocional y físicamente, donde la mente nos apaga.

Y eso agota. Imagina que tu pareja te respondió un mensaje con un simple ok. Ya está. Pero tu cabeza empieza. Estará enfadado. He dicho algo raro. La habré molestado. Vuelves a leer la conversación entera. Piensas en escribirle de nuevo. Pero suena a desesperación y te controlas.

Te distraes viendo una serie, pero en cuanto empieza la intro ¡pum! ¡Ahí está otra vez! ¿Por qué solo dijo ok? ¿Me odia? ¿La cagué? Y puedes pasarte así horas. No haces nada. No resuelves nada. Solo piensas y piensas y piensas. Esto es rumiación obsesiva. Darle vueltas a un problema sin que haya acción ni solución. Rumiar sería como pensar mucho sin resolver.

Darle vueltas a una conversación incómoda. Algo que hicimos. Pero cuando eso se vuelve más irracional, todavía más angustiante y no podemos parar ni buscar lógica o calma, ¡ahí está otra vez!