Episodio 31 T3: «Las larvas» de Abelardo Castillo o Cómo escribir sobre el terror de la lucidez e2q2x

Hace unas horas leí en un diario de la tarde que mi eminente amigo el doctor Isaias Littbach acababa de matarse.

La noticia me consternó pero no pude sorprenderme que yo haya creído o no en la historia que me contó hace unos meses da lo mismo.

Si mentía o se engañaba, entonces estaba loco y era de esperar que hiciera una cosa así. Si no mentía, en fin, yo prefiero no pensar mucho en eso.

Littbach, como todo el mundo sabe, era el oftalmólogo más célebre del país y a causa de una anomalía hereditaria que en su caso parece menos una desdicha que una paradoja siniestra había quedado ciego algunos años atrás.

Bienvenidos a nuestra mesa de disección. Cojan guantes, escalpelo y prepárense para abrir la ficción de hoy en canal.

Esto es Ficiepatas.

Buenos días, Erick.

Terminando ya Ficiepatas, ¿qué vas a aprender en la entradilla? Me he comido una palabra.

Ya bastante bien.

Madre mía, tres años después. Con las fórmulas preestablecidas me llevo mal.

Se nota que estás ahora con el cerebro trabajando a tope y estáis muy activos.

Qué mala leche.

Bueno, este es el episodio número 31. Estamos a 20 de abril, no del 90, sino del 2025.

Para los nostálgicos de canciones de la época.

¿Quién nos traes hoy? Pues hoy que me tocaba a mí traer un autor y un cuento, traigo un cuento de Abelardo Castillo, escritor y periodista argentino, que nos dejó hace 8 años.

Fue un escritor que cultivó tanto la novela, como el cuento, el reato corto, como el teatro, como el ensayo.

Era un hombre bastante entregado a la literatura.

Tiene proveezas que contar. Dirigió varias revistas literarias importantes en Argentina.

También fue director en talleres de escritura.

Es otro de los de la lista negra, que ya hemos traído algunos de la lista negra de la dictadura.

Ah, bueno, sí, claro. Pero es que a poco que trabajara en lo cultural en aquella época, formaba parte de la lista negra de Videla o del dictador de turno.

Este caso de Videla.

Decía que tan importante ha sido su trabajo cultural, como es decir, una de las revistas culturales para las que trabajó, que dirigió, que era El Escarabajo de Oro, donde publicaron sus primeros textos a escritores de la talla de Liliana Hecker, que de hecho es una escritura que voy a traer para un próximo episodio, Ricardo Piglia o Alejandra Pizarnik, que ahí es poco.

Y mi amigo Julio Cortazas.

No, Julio Cortazas fue uno de los colaboradores de la revista.

Ah, vale, yo pensaba que colaboraba escribiendo.

Colaboraría a lo mejor escribiendo de alguna manera más, imagino, también como editor.

Entiendo que también como editor. Julio Cortazas, Juan Guitisolo o Carlos Fuentes.

Claro, en el caso de estos tres últimos autores, ellos ya eran consagrados.

Te quiero decir que se consagraron allí de alguna manera Piglia, Hecker y Pizarnik, que son tres pedazos de autores y autor.

Bueno, a mí Abelardo Castillo, la verdad, me parece un escritor muy potente y me gustan especialmente sus cuentos.

Abelardo, para mí, es un autor que entendió, o entiendo, entendió, ya lo dejo, perfectamente cómo funciona un cuento.

Él conoce el mecanismo, digamos, tiene varios cuentos muy destacables, por ejemplo, y te hablo de cuentos de su primera antología, como Conejo, El Marica o La Madre de Ernesto, que son tres pedazos de cuentos, pero por el hecho de que cuando tú llegas al final del cuento, el cuento te sobrecoge, o sea, te deja como ese efecto de que acaba de pasar, y ves como todas las piezas encajan.