Episodio 1: Pilotwings 111k2c

En la primera mitad del siglo XXI, los videojuegos ya son considerados un arte, además del entretenimiento que más dinero y personas mueve a nivel mundial. Con el paso de los años se han ido celebrando cada vez más ferias, competiciones y eventos, tanto en vivo como en línea, que reúnen a cientos de miles de personas que tienen los videojuegos su afición e incluso su estilo de vida. Para los creadores de estas maravillosas obras también representan horas de esfuerzo, jornadas interminables, madrugadas de café, algunas de mucho café, de sangre, de sudor y también lágrimas. Porque nadie dijo que esta industria fuera fácil, y menos un camino de rosas.

Pero también los videojuegos son sueños, los que nos llevan a visitar mundos fantásticos, liberar frenéticas batallas y conducir vehículos de ensueño. Y hay miles de cosas más, la imaginación es el límite en este arte, igual que en todos. Porque con los videojuegos crecimos y vivimos grandes momentos que merecen rememorarse una y otra vez, las veces que sean necesarias. Y es que amigos y amigas son y serán parte de nosotros, parte de la historia, parte de nuestra historia. Y ya que hablamos de historias, permítidme contaros la mía, la que me trajo a este lugar, a la calle Pociones 99.

Y qué oportuno nombre de decir, porque aquí instalé mi taller de alquimia. Os doy la bienvenida.

Adelante, pasad, pasad. Veo en vosotros unos aventureros imponentes, muy bien pertrechados, armados hasta los dientes. ¿Vais tras un dragón tal vez? ¿A cuánto asciende esa recompensa? Vale, vale, vale. Tranquilos, tranquilos. Abajo ese arco. Lo importante es que necesitaréis remedios, sea cual sea vuestra misión.

Mirad, mirad estas pociones de fuerza. Ya os digo yo, que con esto incluso un caballerucho de medio pelo podría enfrentarse con garantías a un troll de cueva. Y si es menester recuperar el conocimiento después de la embestida de una quimera malhumorada, os recomiendo el brebaje de polvo de Fénix. Llevaos unas cuantas, venga.

Vaya, veo que os habéis fijado en la poción de alas doradas. Tenéis buen ojo, sin duda.

Pues este brebaje es fruto de una investigación apasionante. Veréis, dicen que hay bebidas que dan alas, pero esta es especial. ¿Queréis saber más sobre ella? Acompañe.

El brebaje de alas doradas fue mi primera poción aquí, recuerdo. Volar libre, con una variedad inédita de artilugios voladores, misiones que ponen a prueba nuestros nervios de acero, algún que otro aterrizaje forzoso y consiguiente bronca del instructor de turno.

Un poco de historia de la aviación y, al final, una recomendación. Una película de altos vuelos.

¿Qué puede salir de aquí? Bueno, pues algo que reivindique el arte de volar, por supuesto.

Hoy os traigo un título que fue uno de los estandartes de Super Nintendo en su estreno, un original simulador de vuelo que nos hizo soñar con ser pilotos. Hoy os presento Pilot Wings.

Año 1986. Nintendo para aquel entonces ya era considerada una de las compañías de videojuegos más exitosas del sector. Su consola de 8 bits, la Famicom, se había convertido en un fenómeno mundial gracias a su juego insignia en ese momento, Super Mario Bros.

De hecho, la Famicom aplastó a todas las consolas que existían hasta ese momento en Japón.

Y eso, por no decir el posterior.