Ep 502-2 Historia de "Novela Rosa"- Relato desde España 324i6c

Advertencia, el programa que estás a punto de escuchar contiene relatos eróticos, anécdotas, fantasías y alguno que otro comentario cachondo de los escuchas.

Te sugerimos ponerte los audífonos, dejar las manos libres y permitir que Yola te hable al oído.

Esto es Cuéntale a la Yola.

Los sucesos y personajes retratados en este episodio son completamente ficticios.

Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas o con hechos reales es pura coincidencia.

Esto llegó desde España, desde Madrid para ser exactos.

Susurros de medianoche.

La luz de la luna se filtraba por las cortinas de encaje, dibujando sombras suaves sobre la piel de Clara, que reposaba en el sillón de terciopelo.

La habitación, impregnada del aroma a jazmín y sándalo, parecía contener el aliento, como si supiera que esa noche algo iba a cambiar.

Frente a ella, en el umbral de la puerta, estaba Adrián, con su camisa blanca desabotonada, apenas lo suficiente para dejar entrever la firmeza de su pecho.

Sus ojos, oscuros como el ébano, la observaban con una intensidad que hacía que el aire se volviera denso, casi tangible.

Clara deslizó un dedo por el borde de la copa de vino, el cristal cantando bajo su toque.

No dijo nada, pero su mirada era una invitación, un desafío silencioso.

Adrián cruzó la habitación con pasos deliberados.

Cada uno resonó en el suero de madera como un latido.

Se detuvo a un paso de ella, lo bastante cerca para que Clara pudiera sentir el calor que emanaba de su cuerpo, pero sin tocarla aún.

La tensión entre ellos era un hilo invisible, tenso, a punto de romperse.

—¿Por qué me miras así? —preguntó ella.

Su voz baja, casi un susurro, con un matiz juguetón que encendía un deseo creciente.

Adrián inclinó la cabeza.

Una sonrisa apenas esbozaba sus labios, porque cada vez que te miro, descubro algo nuevo que quiero explorar.

Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no apartó la mirada.

En cambio se levantó lentamente, dejando que el vestido de seda que llevaba se deslizara un poco, revelando el contorno de su hombro.

La tela susurró contra su piel, un sonido que pareció amplificar el silencio de la habitación.

Adrián dio un paso más.

Ahora estaban tan cerca que sus respiraciones se entrelazaban.

Él alzó una mano, pero no la tocó.

En cambio sus dedos trazaron el aire a centímetros de su clavícula, como si estuviera memorizando su forma antes de atreverse a más.

—¿Y si te dejo explorar? —dijo ella.

Su voz ahora un murmullo de alegría.