Ep. 47: De inversiones inciertas en China a un acuerdo clave en Ucrania. El tablero global se reconfigura n48g

El mundo de los negocios nunca se detiene.

Mientras las relaciones entre Estados Unidos y China atraviesan uno de sus momentos más inciertos, las empresas estadounidenses que operan en el gigante asiático parecen haber adoptado una estrategia contradictoria.

Por un lado, han incrementado significativamente sus reinversiones en el país.

Por otro, su confianza en el futuro de las relaciones bilaterales ha caído a niveles preocupantes.

Esta dualidad, reflejada en un reciente informe de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en el sur de China, pinta un panorama complejo donde la prudencia y el riesgo conviven en una misma jugada.

Las cifras no dejan lugar a dudas.

Más de 14,500 millones de dólares han sido reinvertidos en el país asiático en el último año.

Esto representa un incremento de más del 30% en comparación con el ciclo anterior.

A primera vista, esta cantidad sugiere una confianza renovada en el mercado chino.

Sin embargo, el informe revela que menos de la mitad de las empresas estadounidenses en China reportaron crecimiento en sus ingresos.

Mientras tanto, un 40% de ellas sufrió caídas.

Las compañías siguen obteniendo beneficios.

Casi nueve de cada diez empresas estadounidenses en el país asiático registraron ganancias, superando incluso las firmas chinas y a las de otras nacionalidades.

Pero la incertidumbre pesa más que las cifras inmediatas.

El optimismo sobre el futuro de las relaciones entre Pekín y Washington ha descendido de manera drástica.

Solo una cuarta parte de los encuestados se muestra confiada en el porvenir, lo que supone una caída de más de 20 puntos porcentuales con respecto al año anterior.

El comercio tampoco escapa la tensión.

Más de la mitad de las firmas estadounidenses en China aseguran haber perdido cuota de mercado debido a los aranceles.

Algunas han sufrido reducciones superiores al 20%.

Además, una abrumadora mayoría de las empresas encuestadas espera que las disputas comerciales entre ambas naciones se recrudescan el próximo año.

Pekín ha tomado nota de este clima de desconfianza.

Consciente de que la inversión extranjera ha caído más de un 13% en términos interanuales, el gobierno chino ha presentado un plan de 20 puntos para atraer capital.

Entre las medidas destacan la apertura de sectores clave, como telecomunicaciones, sanidad y educación.

Sin embargo, estas iniciativas no parecen suficientes para revertir la percepción de riesgo.

Un número creciente de empresas ha optado por repatriar beneficios en lugar de seguir invirtiendo en el país.

Pero la desconfianza empresarial no es solo un problema de las firmas extranjeras.

Las compañías chinas también se enfrentan a un entorno incierto.

En un intento por reforzar el sector privado, Pekín ha introducido cambios en su legislación para mejorar la protección de las empresas.

Una de las medidas más relevantes es la prohibición explícita de imponer multas sin base legal.

Durante los últimos años, las autoridades locales han recurrido a prácticas abusivas, aplicando sanciones arbitrarias para compensar la caída de sus ingresos fiscales.

Con la nueva ley, el gobierno busca erradicar estas tácticas y ofrecer garantías jurídicas más sólidas a los empresarios.

Sin embargo, expertos advierten que la clave estará en la implementación.

Si la normativa no se aplica con rigor, las empresas seguirán expuestas a la presión de ciertas istraciones locales.