E408│De la cima a la desgracia - Camilo Buitrago │21 may 2025 │ 545a4i

Iglesia Filadelfia JB, perfecciona tu vida con la Palabra de Dios.

Leamos entonces la Palabra de Dios.

Segunda de Reyes, capítulo veinticinco, versículos uno al siete.

Y en el noveno año de su reinado, en el décimo mes, el día diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, él y todo su ejército contra Jerusalén, acampó contra ella y construyó un muro de asedio alrededor de ella.

La ciudad estuvo sitiada hasta el undécimo año del rey Sedequías.

Aprendes de este nombre que es importante.

A los nueve días del mes cuarto, el hambre era tan grande en la ciudad que no había alimento para la población.

Y al ser abierta una brecha en la ciudad, todos los hombres de guerra huyeron de noche por el camino de la puerta entre las dos murallas, junto al jardín del rey.

Estando los caldeos alrededor de la ciudad y se fueron por el camino del Arabá, pero el ejército de los caldeos persiguió al rey y lo alcanzó en los llanos de Jericó y todo su ejército se despertó de su lado.

Entonces capturaron al rey y lo trajeron al rey de Babilonia en Ribla.

Y éste lo sentenció y degollaron a sus hijos o a los hijos de Sedequías en su presencia.

Y a Sedequías le sacó los ojos, lo ató con cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia.

Vamos a orar.

Te invito a que cierres tus ojos y pongamos delante del Señor esta preciosa enseñanza.

Padre Santo, gracias, Señor Dios de los cielos, por esta nueva oportunidad que nos das de compartir tu preciosa y hermosa palabra.

Mi oración es que seas tú edificándonos, sembrando en nuestro corazón para que a futuro tú puedas cosechar en nosotros lo que bien has decidido o has planeado hacer con esta escritura, Señor.

Nos disponemos para ti.

Mi oración es que seas tú trayendo bendición por medio de la enseñanza de tu santa escritura.

Quedo en tus preciosas manos, Señor, confiando en que responderás, Señor, esta sencilla oración para gloria tuya.

En el nombre de Jesús, amén y amén.

Bueno, hay una frase popular que dice que llegar a la meta es fácil, pero lo difícil es mantenerse en ella.

En esta ocasión vemos como el pueblo de Israel, después de haber gozado de una prosperidad como nunca antes ha tenido ni tendrá, viene y poco a poco empieza a caer, poco a poco termina cediendo y termina adorando a otros dioses.

Y como consecuencia, Dios cumple lo que había dicho y trae un juicio sobre la nación, sobre su pueblo amado y sobre Jerusalén, la ciudad que estaba en lo más adentro de su corazón.

Este texto que acabamos de leer está en el libro de Segunda de Reyes.

Este, digamos que originalmente era un solo libro, Primera y Segunda de Reyes era un solo texto, pero obviamente por el tamaño de los pergaminos, ellos lo dividieron en dos.

Aquellos que, digamos, organizaron la palabra de Dios lo dividen en dos.

Pero en sí, todo el libro desde el primer hasta Segunda de Reyes muestra cómo desde un comienzo Dios levanta a Salomón, hijo de David, como el rey de Israel.

Salomón vino a ser un hombre próspero, un hombre que le ofreció o que puso a Israel en un lugar de privilegio frente a las otras naciones.

Israel se convirtió en una población, en un lugar donde se veía la bendición de Dios, donde era abundante, no solamente a nivel espiritual, sino también en las riquezas que Dios le otorgó a esta nación.

Pero conocemos la historia y comenzó o empezó a desviarse, incluido el rey Salomón, tras otros dioses que poco a poco llevaron a la decadencia a la nación de Israel, al punto que Babilonia, el imperio dominante de aquella época, sitió a Jerusalén, es decir, colocó murallas de soldados, un gran ejército, cortó el suministro de alimento, de agua y luego vino a ceder y a caer ante el imperio más poderoso de aquella época.

Y en ese tiempo el que gobernaba o el último rey que tuvo Israel fue el rey Sedequías.

Sedequías, en lugar de enfrentar lo que estaba viviendo Israel, decidió huir y no solamente huyó él solo, sino también con todo.