Domingo 8 de junio - Juan 14, 15-16. 23b-26. El Espíritu Santo os lo enseñará todo. b3ra

El Espíritu Santo os lo enseñará todo. Hoy celebramos en la iglesia la solemnidad de Pentecostés. 50 días después que Israel salió de Egipto, Moisés recibe las tablas de la ley, escritas en una piedra, para entregárselas al pueblo. La Alianza Antigua. Son esos 10 mandamientos que después se explicarían en otros preceptos. 50 días después de la nueva Pascua, la Pascua verdadera, que ya no es la salida de Egipto sino la salida del reino de la muerte de Cristo, 50 días después de su resurrección, el nuevo Israel, los apóstoles, con María en oración, reciben la nueva alianza. Y ya no es una alianza escrita en tablas de piedra. Es una alianza que se inscribe en los corazones, que es el amor de Dios que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

Todos sabéis que Pentecostés es la fiesta por la cual nosotros hacemos presente ese hecho por el cual los apóstoles reciben ese Espíritu prometido por Cristo, que es persona divina, el Espíritu Santo es igual que el Padre, igual que el Hijo, el único Dios verdadero, única naturaleza y tres personas. Y es interesante saber que ese Espíritu Santo se nos da, que se dio en el momento, en el primer Pentecostés y que Pentecostés se ha ido renovando cada momento de la historia de la Iglesia, se ha ido renovando en cada comunidad, en cada bautizado, en cada momento en el que Dios, o dejamos que el amor de Dios suceda en nuestra vida.

Hoy es un día muy bonito para decir ven Espíritu Santo, te abro las puertas de mi corazón porque te necesito, porque necesito a Cristo, necesito saber ser hijo de Dios y sobre todo necesito la gracia santificante, es decir, esa presencia tuya interna que me hace capaz de cumplir la voluntad de Dios. Y por eso, fijaos, al Espíritu Santo no se le tiene devoción, al Espíritu Santo se le debe adoración, porque le adoramos como adoramos al Padre y como adoramos a Jesucristo. Pero el Espíritu Santo es como la sabia, es como la sangre, es como el respirar, es la vida de la Iglesia, es la vida de los sacramentos, es la vida de la Escritura, es la vida sobrenatural que Dios nos quiere regalar y es el don más grande que podemos recibir, que es Dios mismo que se regala para quedarse dentro de nosotros.

Mucha fue la humildad del Verbo al tomar la carne humana y mucha es también la humildad del Espíritu Santo al desposarse también con nuestra humanidad y quedarse definitivamente en cada uno de nosotros. Por eso, no pensemos que Pentecostés es algo que sucedió hace dos mil años y que ya, bueno, vivimos de sus efectos, no, Pentecostés vuelve a suceder. Pentecostés es ahora, Pentecostés es hoy, incluso cuando estés escuchando estas palabras puedes experimentar la presencia de alguien que te ama, que está contigo y que ha decidido quedarse contigo hasta el final, alguien que está en el centro de tu ser, donde brota tu existencia, ahí está el amor de Dios. Y por eso sí, hoy es un día para pedir al Señor y dar gracias porque todo su amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu Santo.