
Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco - Arthur C. Clarke - Caza Mayor 3sn3e
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Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco, de Arthur C. Clarke, es un libro difícil de clasificar. A medio camino entre la fantasía y la ciencia ficción, mezclado con multitud de toques de humor, en él se pueden encontrar quince improbables historias, narradas de viva voz por quien parece ser el mismo autor en un pub londinense en el que se reúne semanalmente un selecto grupo de escritores, científicos, periodistas y editores. La gran estrella de esta tertulia es Harry Purvis, jactancioso y ocurrente fabulador que aprovecha cualquier ocasión para abrumar a sus amigos con extraños sucesos de los que ha sido supuesto testigo o privilegiado conocedor. Inventos sorprendentes, situaciones impensadas y experimentos audaces (máquinas para producir silencio, reproducir el placer sexual o fabricar melodías perfectas, buques que aran los océanos, computadoras para uso militar que adoptan comportamientos pacifistas, colonias de termitas que incorporan conocimiento humano, etc.) constituyen la trama, ingeniosa e imaginativa, de este libro. En este episodio continuamos nuestra experiencia escuchando locas historias, tan reales como uno quiera que sean, sentados en la vieja mesa del rincón. ¡Otra pinta, por favor! ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1131024 5cc6o
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La luna deslumbrante asuman entre los árboles lo oscuridad de la noche lo inunda todo y una tenue niebla comienza a aparecer adentrarse en el bosque busca el árbol viejo siéntate a su lado ponte cómodo si eran los ojos y escucha a la historia que traen hasta las criaturas de la noche bienvenidos estos son los cuentos del bosque oscuro cuentos de la taberna ver ciervo blanco falsos efectuar caza mayo a pesar de que según la opinión general jardín parís no tiene rival entre los clientes de ciervo blanco como narrador de historias extrañas aunque algunas sean un tanto exageradas no se debe pensar que su posición nunca se haya visto amenazada en ocasiones se ha eclipsado temporalmente siempre es entretenido observar el desconcierto de un experto y debo confesar me produce cierto placer recordar como el profesor que ver venció a harry en su propio terreno a lo largo del año recibimos muchos visitantes americanos en el ciervo blanco al igual que los clientes habituales se trata de generalmente de científicos o hombres de letras por lo que el libro de visitantes que derivó guarda tras la barra contiene muchos nombres famosos a veces los recién llegados vienen solos presentándose tímidamente a la menor oportunidad una vez no un premio nobel tan la poca lo que estuvo sentado en una esquina durante una hora sin que nadie reconociera hasta que haciendo de tripas corazón se atrevió a decir quién era otros llevan cartas de presentación y no pocos llegan acompañados por clientes habituales que después les dejan que se las arreglen como puedan el profesor ing que volver aterrizó una noche a bordo de un enorme kabila con la parte trasera forma de cola de pez que le habían prestado en el parque móvil de la plaza menor solo dios sabe cómo se las había arreglado para introducirse por las estrechas calles laterales que llevan a el ciego blanco pero sorprendentemente los parachoques parecían intactos era un hombre alto y en colgado con ese tipo de cara mezcla de henry ford y uruguay que generalmente acompaña al habla lenta y taciturno de pionero tostado por el sol no era este caso del profesor ing que ver hablaba como un disco de larga duración a setenta y ocho revoluciones por minuto en diez segundos nos enteramos de que era logo y daba clases en una universidad de virginia del norte que estaba de vacaciones que trabajaba en un proyecto sobre el plantón para el departamento de investigación naval que le encantaba londres e incluso le gustaba la cerveza inglesa que había sabido de nuestras existencia a través de una carta ensayos pero no podía creer que fuera cierto que estimen son no estaba mal pero que se los demócratas querían volver debían importar winston que le gustaría saber por qué demonios todas nuestras cabinas telefónicas estaban estropeada y recuperarlo pequeña fortuna en monedas de dos peniques que le habían
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