Cuatro buitres y un sueño animado. 2d5a6o

Aquí comienza una nueva entrega de nuestras píldoras Beatle, relatos breves pero intensos que revelan los rincones menos conocidos del universo Beatlemano.

Hoy viajamos al corazón de los años 60, donde dos titanes del entretenimiento, Walt Disney y los Beatles, estuvieron, por un fugazistante, a punto de encontrarse en un cruce que pudo haber cambiado la historia del cine animado. Es la historia de cómo John, Paul, George y Ringo estuvieron a un paso de ser buitres en una jungla animada. Una anécdota delirante, intensa y tan real como el rock.

Acomódate, cierra los ojos, porque la selva está por comenzar.

Imagina por un momento el crepúsculo de una era. Walt Disney, el genio incansable de la televisión, aquel soñador que transformó cuentos en realidades animadas, se encontraba ya en los últimos capítulos de su vida. Su visión aún ardía con fuerza, y aunque la enfermedad comenzaba a apagar la llama de su cuerpo, su mente seguía imaginando, creando y soñando. En esos momentos finales, su atención se centró en un proyecto que marcaría el cierre de una era dorada, el libro de la selva.

Esta película brillante y selvática, con sus ritmos contagiosos y personajes entrañables, sería el último largometraje en el que Walt Disney trabajaría personalmente antes de su fallecimiento en diciembre de 1966. Pero más allá de los animales parlantes y las canciones inolvidables, había una idea que lo tenía particularmente emocionado. Quería que los Beatles, sí, los mismísimos Beatles, prestaran su voz a unos personajes muy peculiares, unos buitres alborotadores, con aires de picardía y peinados imposibles. Para ello, Disney se dispuso a hacer lo impensable, alterar el guión original.

En la novela de Kipling, aquellos buitres eran figuras desagradables, tétricas y ominosas.

Pero Walt, con esa intuición única para conectar con su época, imaginó a estos personajes transformados. Flequillo incluido, humor afilado, acento de Liverpool y esa chispa irreverente que los Beatles llevaban como bandera. A finales de agosto de 1965, la fantasía comenzó a tomar forma. En una reunión, que ya forma parte de la mitología del entretenimiento, Brian Epstein, el legendario mánager de los Beatles, se sentó con representantes de Disney.

Frente a él, bocetos, storyboards, propuestas llenas de vida y color… Disney quería más que solo voces. Quería una canción del cuarteto, una pieza que llevara el sello inconfundible de John, Paul, George y Ringo. El sueño parecía cercano. La fusión entre el mayor fenómeno musical del siglo XX y el titán del cine familiar estaba, por un instante, al alcance de la mano. ¿Qué podría salir mal? Pero entonces, como un trueno en mitad del paraíso creativo, llegó la respuesta demoledora de John Lennon.

Cuando Brian Epstein compartió la propuesta con la banda, Lennon estalló con la furia de quien defiende su identidad hasta las últimas consecuencias. La reciente serie animada de los Beatles, emitida por la cadena ABC, ya había dejado un mal sabor de boca en el grupo. Se sentían caricaturizados, reducidos a simples marionetas de sí mismos.

Así que cuando John escuchó que Disney quería convertirlos en buitres animados, explotó con ese sarcasmo británico tan propio de él. Su respuesta fue tan brutal como inolvidable.

No hay ninguna posibilidad de que los Beatles canten para el jodido Mickey Mouse. Puedes decirle a Walt Disney que se joda. Dile que contrate a Elvis, él está haciendo películas de mierda.

En esas palabras resonaba no solo una negativa, sino toda una declaración de principios. Lennon no iba a dejar que su grupo se convirtiera en una atracción más en el parque temático del entretenimiento masivo. Tras ese portazo, el equipo creativo de Disney se vio obligado a modificar el curso de los acontecimientos. La canción que los buitres debían cantar fue alterada, despojada del tono beatélmano que originalmente se había planeado. Sin embargo, algo del espíritu del proyecto sobrevivió. Uno de los buitres, con su voz arrastrada, con su mirada pícara, y con su voz arrastrada,