
Comentario XXII. El Caney y las Lomas de San Juan. 556p4e
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Menospreciados por un adversario muy superior en número, unos cuantos españoles al mando del General Vara del Rey supieron vender cara su derrota y ganarse la iración de sus enemigos, otorgando así los últimos momentos de gloria a un imperio que agonizaba en sus últimas posesiones de ultramar. Instagram: @comentarios_de_un_centurion Facebook: Comentarios de un Centurión hispano https://www.facebook.com/profile.php?id=61565171361918 X: centurion_hisp Música de fondo: Music by Scott Buckley. @ScottBuckley 2b46g
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Comentarios de un centurión hispano.
Bienvenidos a la tienda de este micastro, en la cual me vais a acompañar a escribir mis comentarios sobre historia militar y donde disfrutaremos escuchando las más heroicas hazañas de personajes de nuestro imperio y los episodios más gloriosos de éste.
Tomad asiento, servíos una buena copa de lo que gustéis, porque comenzamos.
El conocido como desastre del 98 marcó el fin del imperio español de ultramar.
La intervención de Estados Unidos en ayuda de los rebeldes filipinos y cubanos decantó la balanza del lado de nuestros enemigos.
La metrópolis española estaba demasiado lejos del frente de batalla y no se pudo o no se quiso reaccionar a tiempo para enviar refuerzos que pudieran frenar a los estadounidenses.
De todos es conocido que la contienda se decidió en el mar, cuando la moderna flota de los Estados Unidos de América destrozó a una más antigua y peor equipada armada española, que pese a todo, supo sucumbir con honor, porque, como dijo Mendel Núñez años antes, más vale honra sin barcos que barcos sin honra.
Este análisis breve tendría que ser mucho más profundo.
Realmente, las tropas españolas y la armada estaban ya desgastadas de una continua lucha contra los rebeldes de estas dos provincias españolas.
Es cierto que la flota de los yanquis era más moderna, pero no mucho más de lo que era la española.
Sin embargo, esta no pudo equiparse bien para un combate que le pilló demasiado pronto después de haberse enfrentado durante muchos meses a los rebeldes.
Esto fue especialmente así en el caso de Filipinas.
Al final, dos batallas, las de Cavite y Santiago, como hemos dicho, decidieron el futuro de una guerra en la cual las malas lenguas dicen que muchos del gobierno no quisieron aportar lo necesario para enfrentarla y que prefirieron tener esta derrota y olvidarse de esas dos provincias de ultramar que tan españolas eran como Cuenca, Soria, Lugo o Barcelona.
Sin embargo, en tierra se dieron más combates y que no se conocen tan bien como estas dos derrotas por mar.
Y es que fueron las dificultades que los yanquis encontraron por tierra, en especial en su avance hacia Santiago de Cuba, donde destacamentos de soldados españoles, muchos menos numerosos, les crearon serias dificultades, pues fue esto lo que también sembró la duda entre las tropas de los Estados Unidos.
Hay quien dice que hasta el punto de llegar a plantearse la retirada, de haber llegado a tiempo los refuerzos españoles antes del mencionado combate naval de Santiago de Cuba.
Cierto es que la táctica española de concentrar la mayor parte de sus tropas en la capital cubana pudo haber sido equivocada, pues se dejaron posiciones estratégicas muy mal defendidas.
Pero también es cierto que las tropas españolas estaban bastante mejor entrenadas en la época que las del ejército americano, donde los soldados profesionales eran una minoría, y se nutrían en su mayor parte de voluntarios sin ninguna experiencia en combate.
Y estos pronto se vieron superados por un clima infernal.
Además, a esto hay que sumar, que aunque parezca difícil de creer, y en claro contraste con lo que nos pasó en el mar, el equipamiento de los soldados americanos era peor que el español.
Y es en este contexto que llegamos a la gloriosa jornada del 1 de julio de 1898, donde una vez más, las armas españolas, pese a la derrota, se cubrieron de gloria.
Todo empezó en el poblado del Caney.
El mando americano había elegido este día para lanzar su ataque final por tierra sobre Santiago.
Para ello, creyó que lo más conveniente era apoderarse de las lomas de San Juan, un punto estratégico en el que los soldados
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