
Descripción de Caso del crimen de la Doctora de Reus 2q6c61
Tarragona, año 2003. Una mañana cualquiera, el sol asoma tímido entre los edificios, y una doctora —Gloria Sanz— cierra la puerta de su casa sin imaginar que ese gesto cotidiano marcará su destino. En segundos, su vida se apaga bajo el filo de una violencia desatada, brutal, sin lógica. Esta es una historia real. Una historia que te atrapará, te indignará y te dejará con el corazón en un puño. Porque la justicia no siempre llega cuando debe. Porque detrás de cada titular hay una vida, una pérdida, y una pregunta sin respuesta. Sumérgete en el caso de Gloria Sanz. 3v3j25
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Tarragona, el 18 de enero de 2003, el teléfono suena a las 11, y una familia recibe la noticia que nadie espera.
Gloria San, una doctora de 28 años, no ha llegado a su guardia en el centro de salud de Reus.
Su coche no está, su móvil no contesta, y un silencio pesado se instala en la casa.
Lo que empieza como una búsqueda desesperada se convierte en una cacería internacional, con un sospechoso que miente, huye, y deja tras de sí un rastro de sangre y engaños.
Esta es la historia de un crimen que rompió corazones, de una ciudad que se unió en el dolor, y de una verdad que llegó demasiado tarde.
Esto es, Crímenes que marcaron España.
Hoy, el caso del crimen de Gloria San.
Detrás de los hechos, conozcamos las personas clave de este relato.
Gloria San era una mujer de 28 años, de pelo castaño, ojos cálidos, y una sonrisa para todos los que le rodeaban.
Médica de familia en el CAP de Reus, había trabajado duro para conseguir su plaza tras años de estudio.
Vivía con sus padres y su abuelo en un piso céntrico de Tarragona, un hogar donde el olor a café y las risas llenaban las mañanas.
Gloria era la hija que llegaba puntual, que preparaba bocadillos para sus guardias, que charlaba con su hermana Cristina por teléfono casi a diario.
En el trabajo, sus pacientes la adoraban por su paciencia, su forma de escuchar, de explicar cada diagnóstico con calma.
Para su familia, Gloria era el orgullo, la joven que llevaba la bata blanca con el mismo cariño que abrazaba a su abuelo.
Fernando Adalid, de unos 30 años, era el novio de Gloria, aunque su relación estaba en un punto frágil.
Alto, de pelo oscuro, con una mirada que podía ser encantadora o esquiva, Fernando se presentaba como un hombre ocupado, profesor de inglés por las mañanas, taxista en Barcelona por las tardes.
Pero todo era una mentira, no era profesor, y su trabajo como taxista escondía un pasado oscuro.
En 1994, había sido detenido por amenazar a una exnovia, un episodio que dejó una mancha en su historial.
Fernando era celoso, controlador, alguien que no aceptaba un no, y su fachada de hombre estable se resquebrajaba bajo presión.
En este caso, él sería el centro de todas las miradas.
Así ocurrió, crónica de los hechos.
Sábado, 18 de enero de 2003, Tarragona, Gloria Sanz se levanta temprano.
A las 11 de la mañana está en la cocina del piso familiar, preparando unos bocadillos.
Esa tarde tiene guardia en el centro de atención primaria de Reus.
Es un turno largo, desde las 3 de la tarde hasta las 3 del día siguiente.
Parte pan, coloca jamón, queso, organiza lo justo para sobrevivir al ritmo de la noche.
Su madre la observa desde la sala, le pregunta si necesita algo.
Gloria responde que no, que está todo preparado.
Sobre la mesa está su bata blanca, bien doblada, junto a los zapatos de trabajo.
Esto indica una rutina habitual.
Hacia las 2 de la tarde, Gloria llama a su hermana Cristina, que vive en Barcelona.
Hablan por teléfono unos minutos.
Comentan el trabajo, algún detalle del fin de semana.
Nada llama la atención.
Cristina recordará más tarde que su hermana sonaba tranquila, normal.
No había tensión en su voz ni señales de preocupación.
Alrededor de las 2 y media, Gloria se despide de sus padres.
Ellos tienen previsto salir a hacer algunos recados.
Ella baja sola al garaje del edificio.
El parking está en penumbra, con olor a gasolina.
Su coche, un Seat Ibiza azul, la espera en su plaza habitual.
Carga la bolsa con la comida, la bata y el calzado.
Arranca y sale rumbo a Reus.
Son unos 15 minutos por carretera.
Esa fue la última vez que la vieron con vida.
A las 3, sus compañeros en el cab se extrañan de su ausencia.
Gloria nunca llega tarde.
No hay mensajes.
No ha avisado.
Su taquilla está vacía.
Intentan llamarla al móvil, pero no contesta.
En un principio suponen que habrá habido un contratiempo, un retraso sin embargo.
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