
Descripción de Capítulo 7. Una merienda de locos 474c2s
En este emocionante episodio, nos adentramos en el fascinante mundo de "Alicia en el País de las Maravillas" con la lectura del capítulo 7: "Una merienda de locos". Acompáñame mientras Alicia llega a la casa de la Liebre Loca, donde se encuentra con el Sombrerero y disfruta de una merienda llena de sorpresas y locuras. 🍵🐰 ¿Te imaginas lo que sucede en esta peculiar fiesta del té? ¡Prepárate para reír y maravillarte con las ocurrencias de estos personajes tan singulares! Y al final, no te pierdas el momento en que Alicia descubre un tronco con una puerta que la llevará al precioso jardín que tanto anhela. 2k2d4e
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Alicia en el país de las maravillas, capítulo 7. Una merienda de locos.
Habían puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de
Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Sentado entre ellos había un lirón
que dormía profundamente, y los otros dos lo hacían servir de almohada, apoyando
los codos sobre él y hablando por encima de su cabeza.
Muy incómodo para el lirón, pensó Alicia, pero como está dormido supongo que no le
importa. La mesa era muy grande, pero los tres se
apretujaban muy juntos en uno de los extremos.
¡No hay sitio! Se pusieron a gritar cuando vieron que se
acercaba Alicia. Hay un montón de sitio, protestó Alicia indignada, y se sentó en
un gran sillón a un extremo de la mesa. Toma un poco de vino, le animó la Liebre
de Marzo. Alicia miró por toda la mesa, pero allí
sólo había té. No veo ni rastro de vino, observó. ¡Claro, no lo hay!
Dijo la Liebre de Marzo. En tal caso, no es muy correcto por su parte
andar ofreciéndolo, dijo Alicia enfadada. Tampoco es muy correcto por tu parte sentarte
con nosotros sin haber sido invitada, dijo la Liebre de Marzo.
No sabía que la mesa era suya, dijo Alicia. Está puesta para muchas más de tres personas.
Necesitas un buen corte de pelo, dijo el sombrerero. Había estado observando Alicia con mucha
curiosidad y estas eran sus primeras palabras. Debería aprender usted a no hacer observaciones
tan personales, dijo Alicia con acritud. Es de muy mala educación.
Al oír esto, el sombrerero abrió unos ojos como naranjas, pero lo único que dijo fue
¿En qué se parece un cuervo a un escritorio? Vaya, parece que nos vamos a divertir, pensó
Alicia. Me encanta que hayan empezado a jugar a las adivinanzas.
Y añadió en voz alta. Creo que sé la solución.
¿Quieres decir que crees que puedes encontrar la solución? preguntó la Liebre de Marzo.
Exactamente, contestó Alicia. Entonces debes decir lo que piensas.
Siguió la Liebre de Marzo. Ya lo hago, se apresuró a replicar Alicia.
O al menos, al menos pienso lo que digo. Viene a ser lo mismo, ¿no?
Lo mismo, de ninguna manera, dijo el sombrerero. En tal caso,
sería lo mismo decir veo lo que como, que como lo que veo.
Y sería lo mismo decir, añadió la Liebre de Marzo.
Me gusta lo que tengo, que tengo lo que me gusta.
Y sería lo mismo decir, añadió Lirón, que parecía hablar en medio de sus sueños.
Respiro cuando duermo, que duermo cuando respiro.
Es lo mismo en tu caso, dijo el sombrerero.
Y aquí la conversación se interrumpió. El pequeño grupo se mantuvo en silencio
unos instantes mientras Alicia intentaba recordar todo lo que sabía de cuervos
y de escritorios, que no era demasiado. El sombrerero fue el primero en romper
el silencio. ¿Qué día del mes es hoy?,
preguntó dirigiéndose Alicia. Se había sacado el reloj del bolsillo y lo miraba con ansiedad,
propinándole violentas sacudidas y llevándoselo una y otra vez al oído.
Alicia reflexionó unos instantes. Es día cuatro, dijo por fin.
Dos días de error, se lamentó el sombrerero y dirigiéndose amargamente a la liebre de marzo,
añadió. Ya te dije que la mantequilla no le sentaría bien a la maquinaria.
Era mantequilla de la mejor, replicó la liebre muy compungida.
Sí, pero se habrán metido también algunas migajas, gruñó el sombrerero.
No debiste utilizar el cuchillo del pan. La liebre de marzo cogió el reloj y lo miró
con aire melancólico. Después lo sumergió en su taza de té y lo miró de nuevo, pero no lo miró.
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