
Descripción de La campesina 20 Mayo 2025 v5t5x
Un relato nostálgico sobre el gofio canario, alimento ancestral y elemento cultural que ha nutrido generaciones. Narra la emotiva historia de un molinero que proporcionó gofio a un desesperado padre peninsular para salvar a su hijo enfermo. Una reflexión sobre el valor incalculable de las tradiciones alimentarias y la generosidad que trasciende lo material. 3l381v
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenidos a Cuentos con Alma, un espacio donde las historias nos conectan, nos enseñan y nos transforman.
Hola, familias queridas, soy Lorena Curbelo y les doy la bienvenida a este programa tan especial de Cuentos con Alma.
En este mes de mayo, donde celebramos algo que nos llena de orgullo, el Día de Canarias.
Durante todo este mes estaremos compartiendo cuentos que honran nuestras raíces, nuestros sabores, nuestras tradiciones y, sobre todo, nuestro bienestar.
Hoy les traigo una historia que guarda aroma a tierra, a historia viva y a gofio calentito.
El cuento de hoy se titula La Campesina y es un homenaje al alimento que ha alimentado a generaciones enteras en nuestras islas, el gofio.
¿Quién no ha probado el gofio alguna vez? Solo con olerlo se despiertan recuerdos. Abuelas amasándolo con leche, padres llevándolo al trabajo, niñas y niños rebañando el bol con el dedo.
Pero el gofio es mucho más que un alimento, es historia, es supervivencia, es comunidad y es también salud. Hoy vamos a viajar a través del tiempo a la voz de una nieta que recuerda a su abuelo Molinero. Vamos a conocer un gesto de generosidad que cruzó el mar y salvó una vida. Una historia que nos invita a valorar lo que nace de nuestra tierra, a cuidar de nuestros cuerpos y también de nuestra alma.
Así que si están listas y listos, comienza la historia de La Campesina.
La batea del gofio yo la traigo aquí, el que quiera gofio me lo pide a mí.
¡Ay, qué tiempos aquellos! Donde se hacía el gofio con esas ruedas de basalto moviéndolas con la única fuerza de tus manos o de unas cuantas para la molienda del trigo.
Del millo, de la cebada. ¡Ay, mis molinos! Gracias a tus cuerpos robustos, a tus aspas dóciles frente a los alicios que muelen esos cereales y granos bajo la atenta mirada del Molinero. Ahora sólo nos encargamos de recoger el grano, los cereales, limpiarlo de impurezas y tostarlo. Reuniones de familiares y amigos, el gofio siempre un motivo para compartir desde tiempos ancestrales.
Gracias, pueblo aborigen, por este gran legado, que aunque para muchos no tenga significado, ha sido nuestro alimento. Recuerdo una anécdota que me contaba mi abuela.
Una noche, mientras todos dormían en el pueblo de Guatiza, en Lanzarote, un señor de aspecto algo tosco tocó a la puerta de su casa en busca del Molinero.
Había viajado desde la península durante varios días en barco, una travesía algo angosta, lluvias y tempestades en pleno océano.
Le ofrecía a mi abuelo un saquito de monedas de oro a cambio de todo el gofio que tuviera molido.
Mi abuelo no salía de su asombro, así que le pidió que lo recogiera.
Y así fue.
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