La campanilla de la Eucaristía 1y535

Por la Señal de la Santa Cruz, en estos enemigos, libra la Nación de Dios Nuestro.

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para ser con fruto de este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

Cuando se lleva la comunión a un enfermo, aquí en esta casa o en un hospital, antes antiguamente también por las calles, ahora ya no, pero si se sigue haciendo en nuestros centros al llevar la comunión, se va tocando la campana, la campanita, para que la gente que se cruza por el camino se arrodille y además también para que oiga el enfermo y los que lo acompañan y se prepare.

Y por lo tanto no le llegue la Eucaristía de repente que se disponga.

Y podríamos decir que esa campanita es lo que tenemos que hacer hoy, hoy que es miércoles, víspera del Corpus Christi, como que nos suene la campanita y nos diga estás en la vigilia del Corpus de una de las más importantes solemnidades de la Iglesia Católica tan importante que define tu vida, tan importante que es una manifestación impresionante del amor de Dios, tan importante incluso litúrgicamente que tiene una octava que no nos basta con celebrarla un día.

Y por eso la Iglesia nos invita a tener como este timbre, ya viene, ya viene, ya viene.

Siempre está, pero hay un día especial, un día único durante el año y es muy importante que nos desempolvemos y que nos dispongamos.

Jesús hablaba mucho de que estuviéramos preparados, de que estuviéramos dispuestos, que no estuviéramos como en la luna, estuviéramos en la superficialidad.

Hablaba, por ejemplo, de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes, no llevaron aceite.

Y por no haber llevado aceite pues se quedaron fuera de la boda.

Estamos invitados a la vigilancia, a una vigilancia ilusionada, a una como revaloración o reconsideración o reapreciación de este prodigio y preguntándonos como siempre por nuestra fe y por nuestro amor y preguntándole al Señor si estará contento de cómo hemos, pues, no sé, vivido una vida absolutamente eucarística, que nuestra vida no es una vida, no sé cómo decirlo, como que tenga otras razones, otras atmósferas, porque puede tener otras muchas atmósferas, puede tener la atmósfera de la política o la atmósfera de mi egoísmo o la atmósfera de mi trabajo.

Y tendré que decir, no, tú ten una atmósfera eucarística, una especie como de respiración eucarística.