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Voces entre líneas
La calle de los cocodrilos | Bruno Schulz | capítulo 1

La calle de los cocodrilos | Bruno Schulz | capítulo 1 2l3s2i

26/12/2024 · 08:06
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Voces entre líneas

Descripción de La calle de los cocodrilos | Bruno Schulz | capítulo 1 5tg4h

En este primer episodio, nos sumergimos en el universo onírico y surrealista de Bruno Schulz, explorando el enigmático capítulo inicial de La calle de los cocodrilos. A través de una narrativa impregnada de nostalgia y fantasía, descubrimos los misterios de una ciudad polaca transformada en un teatro de lo absurdo, donde los objetos cobran vida y el tiempo se distorsiona. Acompáñanos mientras conocemos al excéntrico padre del narrador, un hombre atrapado entre la obsesión por los maniquíes y la decadencia de su negocio. Esta adaptación sonora busca capturar la atmósfera mágica del relato, con sonidos envolventes que nos transportan al bullicio de las calles, el crujir de los viejos almacenes y el susurro de los secretos que habitan en cada rincón de esta obra maestra de la literatura centroeuropea. 305b5y

Lee el podcast de La calle de los cocodrilos | Bruno Schulz | capítulo 1

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En el mes de julio mi padre se iba a las termas y nos dejaba los tres mi madre mi hermano mayor y yo abandonados a las jornadas del verano embriagadoras y blancas de fuego aturdidos por la luz ojeamos el gran libro de las vacaciones cada una de cuyas páginas destellantes de sol conservaba en su fondo recóndito la pulpa de las peras doradas azucarada hasta el éxtasis durante esas luminosas mañanas adela como una pomona volvía en ascuas del fuego del día y vaciaba su canasta repleta de coloreadas bellezas solares primero aparecían las brillantes cerezas pinchadas de agua bajo su piel fina y transparente las misteriosas guindas morenas cuyo sabor no satisfacía sin embargo la las promesas de su perfume los damascos en cuya pulpa dorada dormitaban largas y recalentadas tardes a continuación después de la pura poesía de los frutos venían los enormes cuartos de carne potentes y nutritivos con sus teclados de costillas de ternera y por fin las legumbres semejantes a plantas acuáticas medusas muertas o cefalópodos todo ese material de comida todavía indeterminado y estéril ingredientes vegetales y telúricos del futuro almuerzo despedía un aroma salvaje y campestre el penumbroso apartamento del primer piso daba sobre la plaza del mercado y cada día era atravesado de parte a parte por el gran verano el silencio tembloroso de las corrientes de aire los rectángulos de luz sumidos en un sueño febril sobre el piso encerado una melodía de organillo arrancada la napa dorada más profunda del día dos o tres compases de un refrán tocado en algún piano y que vuelve sin cesar para luego desvanecerse en el sol el de las blancas veredas perdiéndose en el fuego profundo del día terminada la limpieza adela corría las cortinas de lino sumiendo en las penumbras el apartamento la intensidad de los colores disminuía entonces en una octava las habitaciones se llenaban de obscuridad como si se hundieran de pronto en la luz de las profundidades marinas reflejada por los verdes espejos del agua y todo el calor tórrido de la jornada respiraba en las cortinas que se hinchaban ligeramente bajo los ensueños del mediodía los sábados por la tarde mi madre me llevaba de paseo de la penumbra del corredor se pasaba entonces de sopetón al baño solar del claro dia los transeúntes apaleando en el oro entre cerraban los ojos sus párpados parecían untados de miel y sus belfos levantados dejaban al descubierto los dientes y las encías sus rostros se exhibían esa mueca del calor como si el sol les hubiera impuesto una máscara de fraternidad solar y cuando se cruzaban en la calle jóvenes y viejos mujeres y niños se saludaban con esa máscara bárbara insignia de un culto báquico pintarrajeada con grandes trazos de oro sobre sus rostros la plaza del mercado esta bacía amarilla de fuego y los vientos calientes la barrían como el desierto bíblico sólo las acacias espinosas desplegaban su claro follaje maraña de filigrana verde finamente recortada como la de los antiguos gobelinos llenos de afectación esos árboles simula el efecto del viento desgreñado sus copas con gesto teatral mostrando en poses patéticas la elegancia de sus abanicos de reverso plateado como las nobles pieles de los zorros sobre las viejas casas de muros pulidos por los vientos jugaban los reflejos de la atmósfera ecos recuerdos de tonos dispersos en el fondo del tiempo coloreado parecía como si generaciones enteras de jornadas estivales rasque teano los revoques mohosos de las viejas fachadas como pacientes albañiles cascando su esmalte engañoso hubieran desnudado su verdadero rostro la fisonomía que su deseo chino les había conformado desde el interior las ventanas ennegrecidas por la luz de la plaza vacía dormían apaciblemente y los balcones confesaban al cielo su vacuidad los portones totalmente abiertos oliana frescura y avino un grupito de niños harapientos el único que había escapado en un ángulo de la plaza

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