"BABALON: La Diosa Escarlata de Thelema | El Misterio Revelado por Crowley, Parsons y el Liber 49" 341x53

Babylon, también conocida como la Mujer Escarlata, la Gran Madre o la Madre de las Abominaciones, es una figura fascinante dentro del sistema espiritual y filosófico de Sélema, fundado por el influyente ocultista británico Alisar Crowley en 1904. Este sistema nació con la escritura del Libro de la Ley, una obra que Crowley afirmó haber recibido a través de una experiencia mística. El nombre, Babylon, con esa grafía particular, no fue un simple capricho estilístico. Según Crowley, le fue revelado en una serie de visiones contenidas en la visión y la voz, uno de sus textos más crípticos y reveladores.

Desde entonces, Babylon se convirtió en una figura central en su cosmología, apareciendo de forma destacada en otros textos como Libertet, Belba y Umabiegni. ¿Pero quién es Babylon realmente? Más allá de la mitología y los rituales, ella encarna un arquetipo poderoso y provocador, es el impulso sexual femenino en su forma más pura y libre. Representa a la mujer que no se somete, que se ama a sí misma sin culpa ni vergüenza. En la misa gnóstica, uno de los rituales clave de Sélema, también se la asocia con la Madre Tierra, la fuerza fértil que da vida y nutre sin condiciones. Crowley no veía a Babylon solo como una diosa abstracta.

Creía que ella podía manifestarse en el mundo real a través de una encarnación humana, la Mujer Escarlata. Esta figura no era una sacerdotisa cualquiera, sino una compañera espiritual, una colaboradora cósmica que lo ayudaba a canalizar las energías del León de Horus, la nueva Era Mágica que él proclamaba.

Varias mujeres en la vida de Crowley ocuparon este papel tan cargado de simbolismo y poder. En el imaginario telémico, Babylon tiene como consorte a Caos, descrito como el «Padre de la Vida» en la misa gnóstica. Él representa el principio masculino creativo, la chispa que se une al cáliz receptivo de Babylon.

A menudo se la representa cabalgando sobre la bestia, una imagen provocadora y cargada de significado, llevando en una mano las riendas de la pasión que los une, y en la otra el cáliz, símbolo del santo grial, en el que se mezclan amor, muerte y el sacramento del nuevo Eón. Crowley escribió sobre ella con reverencia y pasión, afirmando que el grial que sostiene está inflamado por el fuego del amor y la muerte. En sus palabras, en esa copa se funden todos los elementos sagrados de la nueva Era que Sélema profetiza.

La figura de la ramera de Babilonia, tan cargada de misterio y simbolismo, surge de las páginas del Apocalipsis, ese libro fascinante y enigmático que cierra el Nuevo Testamento con visiones estremecedoras y poéticas. No es casual que Alisar Crowley, ya desde niño, se sintiera profundamente atraído por sus imágenes. De hecho, él mismo contaba que, tras leer ese texto, comenzó a imaginarse como la bestia, esa criatura que acompaña a la mujer escarlata en las visiones proféticas.

Uno de los pasajes más impactantes del Apocalipsis describe a esta mujer vestida de púrpura y escarlata, adornada con oro y piedras preciosas. Va montada sobre una bestia escarlata llena de blasfemias, y en su mano sostiene una copa de oro rebosante de abominaciones. En su frente, un nombre escrito como una sentencia, misterio, Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.

Es una imagen desbordante, embriagada con la sangre de santos y mártires, que deja al vidente en un estado de asombro absoluto. Crowley, mucho tiempo después, retomaría esa imagen en sus propios escritos, particularmente en la visión y la voz, donde ofrece una interpretación personal del Apocalipsis.

Para él, ese texto no era más que una recopilación de alegorías sueltas, costuradas con esfuerzo para formar un relato más o menos coherente y adaptado al discurso cristiano. Veían el una operación literaria más que una revelación divina. Según su visión, alguien habría tomado ese conjunto de símbolos y lo habría reescrito con un estilo similar al de Juan, dándole un barniz cristiano que no era del todo original ni honesto.

Y, sin embargo, a pesar de esa crítica, Crowley rescata la fuerza arquetípica de la ramera, a quien rebautiza como Babalon, y la convierte en una figura central de Sérima. Ya no es un símbolo de condena o perversión, sino una diosa poderosa y liberadora, profundamente femenina, profundamente terrenal. En la Misa Gnóstica, su nombre resuena con solemnidad dentro del credo. Y creo en una tierra, madre de todos nosotros.