Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
La hora del espanto
46 Otra vez George LeBay

46 Otra vez George LeBay 261m6d

6/5/2025 · 38:08
0
48
La hora del espanto

Descripción de 46 Otra vez George LeBay 5u3z32

Stephen King logra crear una atmósfera inquietante y claustrofóbica alrededor de este automóvil diabólico. Su forma de narrar es única, y la evolución de los personajes, especialmente la de Arnie, es fascinante. La novela nos sumerge en los tortuosos caminos de la adolescencia, donde las pasiones y las obsesiones pueden tener consecuencias mortales. Además, la relación entre Arnie y Christine es perturbadora y adictiva. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/497413 3dc56

Lee el podcast de 46 Otra vez George LeBay

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Diabólica las noches, Derechador. La obra del espanto.

Un encuentro con la literatura del ser en lo fantástico.

Novela, cuento, leyendas, relatos de los grandes genios de la literatura universal.

Quedas con tu anfitrión, Reinaldo Martínez.

46. Otra vez George Levi.

El viernes 5 de enero recibí una postal de Richard McCandless, secretario de la Liberty Bill American Legion Post. Escrita en el dorso con un lápiz tosco, estaba la dirección de George Levi en Paradise Falls, Ohio. Llevé la tarjeta en el bolsillo de la cadera la mayor parte del día, sacándola ocasionalmente para mirarla. No quería llamarle.

No quería hablar de nuevo con él sobre su loco hermano Roland. No quería que este loco asunto siguiese adelante. Aquella tarde mi padre y mi madre fueron al Monroeville Hall con él y que gastaría una parte de su dinero de Navidad en un par de esquíes. Media hora después de que se hubieran marchado, descolgué el teléfono y coloqué la postal de McCandless delante de mí.

Llamé a la operadora y ésta me dio el número de la oficina de información de Paradise Falls, Ohio Occidental, que era el 513. Después de una pausa para reflexionar, llamé al 513 y me dieron el número de Levi. Lo anoté en la tarjeta y realicé una nueva pausa, esta vez más larga, para pensar, y descolgué el teléfono por tercera vez, marqué la mitad del número de Levi y colgué.

Al diablo con ello. Pensé lleno de un resentimiento nervioso como no recordaba haber experimentado nunca. Ya es bastante, al diablo con ello, no voy a llamarle. No quiero saber nada más de esto. Me lavo las manos de todo este sucio pollón. Que se vaya al infierno en su propia carretilla. Que se joda.

Que se joda, murmuré, y salí de allí antes de que mi conciencia pudiese empezar a incordiarme de nuevo. Subí al piso alto, tomé un baño y me metí en mi habitación. Quedé profundamente dormido antes de que volviesen él y mis padres, y dormí mucho tiempo, y bien aquella noche.

Buena cosa, ya que tenía que pasar mucho tiempo antes de que volviese a dormir también. Muchísimo tiempo. Mientras dormía, algo mató a Rudolph Junkins de la policía del estado de Pensilvania.

La noticia estaba en el periódico cuando me levanté por la mañana. El investigador del caso Darnell asesinado cerca de Blytheville anunciaba el titular. Mi padre estaba arriba tomando una ducha. Él y un par de amigas se encontraban en el Porsche, riendo y gritando mientras jugaban al monopolio. Mi madre trabajaba en uno de sus cuentos en el cuarto de Cosser.

Yo estaba sentado solo a la mesa, aturdido y espantado. Se me ocurrió pensar que Leigh y su familia volvían mañana de California, que las clases se reanudarían al día siguiente, y que a menos de que Arnie o Levi cambiasen de idea, la chica se vería activamente perseguida.

Aparté despacio a un lado los huevos revueltos que yo mismo había preparado. Ya no me apetecían.

La noche pasada me había parecido imposible apartar el dominoso e inexplicable asunto de Christine con la misma facilidad con que acababa de rechazar mi desayuno. Ahora me pregunté cómo había podido ser tan ingenuo. Junkins era el hombre que Arnie había mencionado la víspera de Año Nuevo. No podía engañarme al respecto.

El periódico decía que había sido el encargado de la investigación del caso de Will Darnell en Pensilvania e insinuaba que alguna tenebrosa organización criminal era responsable del asesinato. La chusma del sur habría dicho Arnie o los locos colombianos. Yo pensaba de modo diferente. El coche de Junkins había sido sacado de un solitario camino vecinal y convertido en chatarra. Ese maldito Junkins anda aún detrás de mí a todo vapor, pero le conviene andarse con cuidado o alguien podría hacerle papilla a él.

Debes de estar de mi parte, Dennis. Ya sabes lo que les ocurre a los cagones que no lo están estando todavía.

Comentarios de 46 Otra vez George LeBay 2k702k

Este programa no acepta comentarios anónimos. ¡Regístrate para comentar!