13-"Las crónicas de Esther" de Vicente García. Capítulo 13. Audiolibro. Distopía. Ciencia Ficción. 3q4e5a

Capítulo 13 La cara de Risti se transformó. Empalideció al contemplar el humo que surgía del centro de la ciudad. No le quedaba más remedio que darle la razón a Alexa, a pesar de que aquello confirmaba el peor de sus temores, la existencia de un potencial enemigo y la posibilidad de estar en peligro.

—No tengo claro que la mejor opción sea introducirnos en la boca del lobo —comentó, adivinando las intenciones de Alexa.

—¿También hay lobos cerca de aquí? —preguntó el ingenuo Thomas.

—No veo ninguna otra opción. ¿No es para eso para lo que hemos venido? Y sin decir nada más, Alexa reanudó la marcha, aunque lo hizo a un ritmo más lento, procurando mantenerse al amparo de los árboles que flanqueaban majestuosos la calle. A medida que se acercaban a la columna de humo se veía su origen, una particular estructura de proporciones enormes que ocupaba el espacio de varias manzanas.

—¿Se trata de un estadio deportivo? —dijo Thomas, sorprendiendo a sus dos compañeros de viaje.

—No me miréis con esa cara. Los he visto en algunas viejas proyecciones deportivas del entrenador. Son todos muy similares y se parecen a nuestros coliseos.

—Para lo que te interesa, eres un lince —itió Alexa.

Y fue Thomas esta vez quien no estaba seguro de haber sido halagado o insultado.

—Bueno, continuemos.

Pero Alexa no tuvo oportunidad de finalizar la frase. Un enorme truino retumbó por toda la calle, sobresaltando a los tres viajeros, que automáticamente y por puro instinto se arrojaron al suelo.

—¡No os mováis! Esta vez ha sido solo un disparo de advertencia. Los siguientes serán mortales —dijo una voz ronca procedente de los pisos superiores—. ¡Levantaos poco a poco y sin movimientos bruscos! —¿En qué quedamos? —dijo Alexa sin moverse—. ¿No nos movemos o nos levantamos poco a poco? —Te recomiendo la segunda, resabiada del demonio. Y ten en consideración que siempre he odiado los listillos de mierda.

Poco a poco los tres se fueron incorporando, hasta ver cómo desde uno de los balcones de las casas un hombre con ropas raídas y barba descuidada les apuntaba con una primitiva arma de fuego.

—¿Se trata de una antigua escopeta de caza? —preguntó Thomas asustado y con timidez.

—¡Armas y deporte! ¿No tienes remedio? —murmuró Alexa.

—Sí, y ten la certeza de que sé utilizarla. Y lo haré si no me decís quiénes sois y de dónde venís —amenazó mientras descendía por una vieja escalera lateral.

—¡Qué mania tienen todos de hacer preguntas! —se quejó Ristie.

—Provenimos de un domo cercano a Nueva Washington —respondió Alexa con impaciencia.

—¿Cómo? ¿Más domos poblados? ¿No los exterminó a todos? Hacía tanto tiempo que no venía nadie de paso que ya pensaba que era el único superviviente.

—¿Superviviente? —sí, sobre la faz de la Tierra. De hecho, no estoy seguro de que seáis un espejismo o incluso una siniestra proyección de Siri.

—¿Siri? ¿Quién es Siri? —la inteligencia artificial que lo gobierna todo. Aquella que comenzó con…