
11 de mayo 2025 - Homilía de 20h - Don Alfredo 1o43
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Juan 10, 27-30 En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno». 533r6i
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El Señor esté con vosotros. Lectura del Santo Evangelio, según San Juan.
En aquel tiempo dijo Jesús, mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. No perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.
Palabra del Señor. Aunque ya llevamos varios días en los que ha sido elegido el Papa León, todavía están en nuestras mentes esos primeros momentos, esas primeras horas, y también alegrarnos porque ahora, a lo largo de los siglos, Dios ha ido proviendo aquel pastor que pueda guiar a su iglesia. Y la imagen que ese pastor, que es el Papa, es imagen del buen pastor, que es Cristo.
Cristo es el buen pastor y él es el que va guiando a sus ovejas al pueblo de Dios, y va formando ese redil. Y ese pueblo de Dios es la iglesia. Y esa iglesia es no solo la iglesia que formamos nosotros, los cristianos que estamos en este mundo, sino también la iglesia del cielo. Por eso el apocalipsis nos habla de esa iglesia, de aquellos que han lavado sus vestiduras en la sangre del cordero, y son una multitud de todo pueblo, nación, raza.
Como veíamos en la plaza de San Pedro en esa tarde, cómo de repente se llenó toda la plaza de banderas de todo el mundo. A lo mejor en ese momento todavía no se sabía quién era el Papa, solo sabíamos que había fumata blanca, ¿verdad?, y que había sido elegido alguien. Da igual, porque ese es el que se ha elegido y ese es el que va a ser el sucesor de Pedro, y por eso todo el mundo se alegra. Y por eso hemos podido ver cómo la alegría inundaba la plaza de San Pedro y toda la humanidad.
Todos nos alegramos y estábamos en ese momento pegados a la televisión o a la radio o al ordenador para esperar y para saber quién iba a ser ese nuevo pastor de la iglesia. Pues Cristo es el pastor, Cristo es el que reúne a las ovejas y nosotros somos su rebaño. Puede sonar así un poco extraño, ¿verdad?, hablar de rebaño, pero es verdad. Dios quiere conducir a su pueblo y conducirlo a buenos pastos.
Y es más, ¿verdad?, dice, y no se le arrebatará de su mano, de la mano del pastor, aquellas ovejas que le pertenecen. ¿Sabéis qué? Que dice el Señor, yo conozco a mis ovejas y las ovejas me conocen a mí. Es decir, que nosotros tenemos la posibilidad de conocer al pastor, de saber quién es el pastor y quién no.
Porque puede venir alguien y engañarnos y decir, yo soy el pastor. Y no, y resulta que nosotros enseguida reconocemos la voz del pastor. Y esa voz del pastor es la que debe guiar nuestra vida. ¿Y dónde habla ese pastor? ¿Dónde oímos su voz? Aquí en la iglesia. Lo oímos en la palabra de Dios. Lo oyes cada vez que lo oyes.
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