​🔪​💔​ María Mercedes Díaz Anguita: El Cuchillo de los Celos 295f53

Madrid, finales de los años 90.

Las calles del barrio de Salamanca despiertan con el murmullo de una ciudad que nunca duerme, donde los bares de copas son refugios de risas, confidencias y secretos.

Pero en la penumbra de un domingo de agosto, en un put de la calle Hermosilla, la pasión se torna veneno, y el amor, un filo mortal.

Una mujer, consumida por los celos, cruza el umbral de la cordura, empuñando un cuchillo que no sólo cortará carne, sino también los lazos de una familia, un matrimonio, una vida.

¿Qué lleva a una madre de cuatro hijos a apuñalar al hombre que juró amar? ¿Es el amor una excusa para la violencia, o un abismo que engulla a quien lo siente? Hoy, en La Criminoteca, desentrañamos la historia de María Mercedes Díaz Anguita, un caso que nos recuerda que los crímenes más oscuros nacen donde menos lo esperamos, en el corazón humano.

¿Estás preparado? ¡Comenzamos! Nombre, María Mercedes Díaz Anguita.

Clasificación, asesina.

Características, ataque de celos.

Número de víctimas, uno, con una víctima adicional herida.

Fecha del crimen, 22 de agosto de 1999.

Fecha de detención, 22 de agosto de 1999.

Perfil de la víctima principal, Adolfo Pastor Ibáñez, 45 años, su marido.

Víctima secundaria, María Paz Tejota, 35 años, pareja de Adolfo, herida leve.

Método del crimen, puñaladas con un cuchillo de cocina de 15 centímetros.

Lugar, bar de copas Fax, calle Hermosilla 101, barrio de Salamanca, Madrid, España.

Estado legal, reconoció los hechos el día de su detención.

Se negó a declarar con abogado, pero lo hizo ante el juez, quien ordenó su ingreso en la prisión de Soto del Real.

El preludio de un amor roto.

María Mercedes Díaz Anguita, nacida en 1957, era una mujer de 42 años que había construido su vida en el corazón de Madrid.

En la calle Arturo Soria, en un bloque de apartamentos de clase media alta, vivía con sus cuatro hijos, fruto de un matrimonio que, en sus mejores días, había sido un refugio de amor y estabilidad.

Su esposo, Adolfo Pastor Ibáñez, tres años mayor, era un hombre carismático, presumido, con un encanto que no pasaba desapercibido.

Pero detrás de las puertas de su hogar, las grietas de su relación se hacían cada vez más profundas.

Mercedes, como la describen las crónicas, era una mujer apasionada, reflexiva, pero profundamente celosa.

Adolfo, por su parte, parecía resistirse al paso del tiempo.

A los 45 años, buscaba un renacer, una chispa que lo devolviera a los días de conquista y aventura.

Los bares de copas, como el Fax en la calle Hermosilla, eran su escenario favorito, lugares donde las conversaciones fluían entre copas y miradas furtivas.

Para Mercedes, cada salida de Adolfo era una apuñalada al corazón.

Hay otra mujer, preguntaba, y el silencio de él era una respuesta que dolía más que cualquier palabra.

El matrimonio, que había dado vida a cuatro hijos, tres mayores y uno menor, comenzó a desmoronarse bajo el peso de las riñas constantes.

Los vecinos de Arturo Soria eran tempranos, y, por su parte, no tenían ni idea de lo que estaba pasando.

Los vecinos de Arturo Soria eran testigos de las discusiones que resonaban en el edificio, a menudo alimentadas por los celos de Mercedes y las escapadas nocturnas de Adolfo, que regresaba oliendo a perfume y con una actitud que ella percibía como arrogante.

Él se acicalaba como adolescente antes de salir, recordaría más tarde un relato periodístico, mientras ella se ahogaba en un amor que aún ardía.

La crisis de la madurez los golpeó de forma distinta.

Para Adolfo, era una oportunidad de reinventarse, de explorar nuevos horizontes amorosos.

Para Mercedes, era una traición a todo lo que habían construido.

Cuando él propuso la separación, ella accedió, primero de facto, luego iniciando los trámites del divorcio.

Pero en su interior, el dolor no cedía.

Lloraba por un amor vivo, escribió Francisco Pérez Avellán, un sentimiento que la devoraba.