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Susurros Literarios
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Gary Jennings, Azteca, parte #8 (continuación)

Gary Jennings, Azteca, parte #8 (continuación) 213i1e

25/3/2025 · 52:51
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Susurros Literarios

Descripción de Gary Jennings, Azteca, parte #8 (continuación) 2x4560

Título: Azteca Autor: Gary Jennings Traducción: María de los Ángeles Correa E. Voz: María Margarita Zago Mazzocco Reseña: Hacia 1530, el emperador Carlos pide al obispo de México que le proporcione información sobre la vida y costumbres de los indios americanos; el obispo, fray Juan de Zumárraga, envía al monarca un relato autobiográfico hecho por un indio de unos sesenta años, Nube Oscura o Mixtli, en el que narra su niñez, la mentalidad y costumbres de su pueblo, su formación y sus amores, siempre tormentosos y trágicos. Por fin, el emisario de Moctezuma entra en o con los españoles de Hernán Cortés, es bautizado y recibe el nombre de Juan Damasceno, aunque sigue fiel a los usos de los aztecas. Esta es su trepidante y desgarradora historia, que simboliza el choque de dos civilizaciones, de dos maneras irreconciliables de entender el mundo. Fuente de la Reseña: Información consultada el 17 de abril de 2024 en el sitio web: Lecturalia, https://www.lecturalia.com/libro/7712/azteca Música: Fest in the Mountain. Compositor: Jorge Reyes Prehispanic Music for the Forgotten Spirits. De uso gratuito. Licencia de contenido. 3o721a

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Azteca, de Gary Jennings, parte 8. Continuación.

Ella tiró lejos su falda de piel de jaguar y yació desnuda, o por lo menos tan desnuda como lo puede estar una mujer rarámuri, porque en verdad que tenía un triángulo de pelo en la parte baja de su abdomen y entre sus muslos podía ver la forma de ese colchoncito excitante y su textura rizada, pero su color negro, como todos los otros colores hasta ese momento, no era un color sino un aroma. Me incliné cerca para inhalarla y era una fragancia cálida, húmeda y almizcleña. Cuando copulamos por primera vez, sentí que su imáxquli me picaba y me hacía cosquillas en mis partes lampiñas como si restregar a la parte baja de mi cuerpo sobre las frundas de un lucurioso helecho.

Pronto nuestros jugos fluyeron tan rápido que su pelo se tornó húmedo y suave y si yo no hubiera sabido que lo tenía no me habría dado cuenta. Sin embargo, puesto que lo sabía, sentí que mi tepuli era abrazado más que por carne, que era agarrado por primera vez por una densa y afelpada tepuli, y el acto tuvo un nuevo sabor para mí. Sin duda le sé de parecer que estoy delirando cuando cuento todo esto, pero en realidad estaba delirando.

Me sentía aturdido por estar en aquellas alturas, fuera ilusión o realidad, e igualmente por la sensación que producían en mi boca los gritos, las palabras y los gemidos de la mujer, como también por la sensación que me producía cada parte de su cuerpo, cada curva y los matices de su color que llegaban a mí en fragancias distintas y sutiles, y los efectos del hipuli enriquecían cada una de esas sensaciones, como también cada movimiento que hacíamos y cada uno de nuestros os.

Supongo que debí de haber sentido un poco de miedo también, y el miedo hace que cualquier sensación humana sea más aguda, cada emoción más vívida. Ordinariamente los hombres no vuelan hasta las alturas, más a menudo caen de una de esas alturas y generalmente esas caídas son fatales, sin embargo, la Siríame y yo estábamos suspendidos sobre un piso que no se podía ver y sin ningún soporte bajo de nosotros, y como no teníamos ningún soporte ni ninguna traba, nosotros nos movíamos tan libremente y tan ligeros como si hubiéramos estado bajo el agua, pero pudiendo respirar con facilidad.

Esa libertad que gozábamos en todas las dimensiones nos permitió tomar algunas posiciones muy placenteras, con contorsiones y torsiones que de otra manera no hubieran sido posibles. En cierto momento la Siríame jadeó algunas palabras y éstas me supieron a su tepil y empenachado, ahora sí creo que has cometido más pecados de los que puedes contar.

No tengo ni idea de cuántas veces ella alcanzó el orgasmo, ni cuántas veces eyaculé durante el tiempo que la droga nos hizo elevarnos y extasiarnos, pero para mí fueron muchas más veces de las que he gozado en tan poco tiempo. Me pareció que había pasado muy poco tiempo, me empecé a dar cuenta de que estaba oyendo y no saboreando los sonidos cuando ella suspirando dijo, no te preocupes Sucurú si nunca llegas a ser un buen corredor. Para entonces yo veía los colores otra vez en lugar de olerlos, olía los olores en lugar de oírlos y descendía de las alturas y de la exaltación.

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